En 2020 en el país inició un cambio, pero no el que el PRM reivindica que trajo. El cambio empezó cuando las voces críticas del movimiento social se apagaron para pasar a hablar desde la perspectiva de las mieles del poder. Una parte de la sociedad civil organizada, sigue haciendo lo mismo de siempre, acomodar el discurso y los hechos para beneficiar al gobierno de turno, así actuaron antes y siguen el mismo guion ahora.

Lo cierto es que con la llegada del PRM al poder, antiguo PRD, se ha generado un vacío que ha provocado un desbalance en la lógica del contrapeso que necesita el poder. Ese espacio tiene que ser llenado más temprano que tarde. ¿Quiénes lo harán? el tiempo y la evolución de los hechos lo dirán.

Otro vacío que se siente es el que dejó el gran mediador, Monseñor Agripino Núñez Collado, que murió en 2022. De hecho en el marco del paquete de reformas que impulsa el presidente Luis Abinader, se puede palpar cuanta falta hace una figura de esa dimensión en la construcción de los consensos necesarios y para identificar las reformas que mayor beneficio generen al país. Las reformas del presidente lucen estancadas y sin una ruta clara hacia donde conducen.

La oposición luce más organizada y enfocada en su trabajo en el cuatrienio que arrancó el 16 de agosto pasado. Parece que la hostilidad entre el PLD y la FP es cosa del pasado y eso es bueno para el papel que les toca desempeñar.

Leonel Fernández como líder está jugando su rol. Sin embargo, la oposición que son hoy la FP y el PLD, es muy inferior a la que representó el PRD y luego el PRM. La FP no alcanza los 30 diputados y al PLD apenas le quedan 12. Por tanto, el vacío que dejó en la oposición el PRM, antiguo PRD, tampoco se ha llenado en el nivel que necesita una democracia sana. La reconfiguración política que comenzó en 2016, continuó en 2020 y se consolidó en 2024, debe terminar de madurar, sin prisa, pero sin pausa.

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