En el PRM se sabe que quien mejor marca en todas las encuestas para la candidatura presidencial de 2028, es David Collado. Sin embargo, si la dirigencia y militancia del PRM solo toma en cuenta esa variable para escoger la boleta presidencial podría incurrir en un error que, vista la historia electoral, le podría costar el poder.
A juzgar por la reacción de la dirigencia del PRM cuando se conversa en privado sobre la candidatura de Collado, se podría concluir que hay una resistencia generalizada hacia David. Lo que dificulta garantizar la victoria es que la de Collado sería una candidatura impuesta a la dirigencia del PRM, y las imposiciones a lo interno de los partidos, siempre conducen al fracaso en las urnas.
Un buen ejemplo es el PLD en 2012. A pesar de que Margarita Cedeño, para entonces primera dama, tenía los mejores números en las encuestas para encabezar la boleta presidencial, se sabe que a lo interno sería una imposición y que podría producirse una división, una de las razones que la forzaron a retirarse de las primarias. Sin embargo, Danilo Medina, que no tenía tan buenos números en las encuestas como Margarita, sí garantizaba la unidad del PLD.
Ese mismo partido sirve de espejo para ratificar que la imposición de Gonzalo Castillo fue un error político que sacó del poder a ese partido. Lo mismo ocurrió con la candidatura senatorial de Guillermo Moreno en las pasadas elecciones de mayo, impuesta al PRM, cosechó fracaso en las urnas.
La imposición de David a los perremeístas sería de naturaleza distinta a los casos que se han señalado, pues la resistencia interna que tiene parece que la ha sembrado con su manejo.
Por ejemplo, los miembros de la Dirección Ejecutiva dan cuenta de que ha asistido a muy pocas reuniones de ese órgano, por solo citar uno de los temas que generan críticas y comentarios. Para ganar un proyecto presidencial se necesita la integración de la dirigencia de un partido, pero ese proceso no puede ser forzado porque no genera entusiasmo, tiene que darse por la empatía. Las campañas se manejan más por la emoción que por la razón, y ese fervor no se compra con dinero.