Los conflictos en la Cámara de Cuentas no son nuevos, tienen más de ocho meses. Casi desde que se eligió ha enfrentado problemas de gobernabilidad. Los conflictos entre el presidente y, primero dos de sus integrantes, y luego tres, que ahora son mayoría, van desde los aspectos administrativos hasta las auditorías.
Una señal es que ninguna, o muy pocas decisiones, se han aprobado a unanimidad. En los primeros meses lograban mayoría el presidente, Janel Ramírez, Mario Fernández y Elsa Peña. Pero por alguna razón, Peña ha cambiado de parecer y sus decisiones han dejado en minoría al presidente y Fernández.
Uno de los últimos episodios ocurrió en abril de este año. La secretaria, Tomasina Ramírez, estaba de vacaciones y en su ausencia fueron cancelados 15 auditores y nombrados otro número igual. La sesión en la que se conoció el caso, fue votada dos a favor, el presidente, Janel Ramírez y Mario Fernández y dos en contra. La vicepresidenta, María Catano y Elsa Peña. El tema pudo aprobarse porque la ley establece que ante la ausencia de un miembro, el voto del presidente vale por dos, y así generar el desempate.
En una sesión posterior, Elsa Peña pidió la inclusión del tema en la agenda para revisión. Esa propuesta fue aprobada a unanimidad. En esa reunión no se conoció porque el presidente alegó que tenía compromisos y falta de tiempo. En sesiones posteriores se insistió en conocer el tema, pero se evitaba.
Cuando finalmente fue discutido, dos de sus miembros, alegaron que eso violaba la ley y abandonaron la sesión. Las tres damas se quedaron y presidió la sesión la vicepresidenta, tal y como manda la ley. La resolución que nombraba 15 nuevos auditores, quedó anulada.
Ante ese hecho, Janel Ramírez y Mario Fernández solicitaron una reunión con los presidentes del Senado, Eduardo Estrella y Alfredo Pacheco, de la Cámara de Diputados. Al enterarse de esas gestiones, lo propio hicieron las tres damas. El tema ha generado tanta preocupación que se integró una comisión del más alto nivel para evitar que el conflicto obligue a un juicio político y posible destitución.
Queda la lección. La sazonada independencia de partidos como modelo seguro de éxito, no es tal.