Quienes hoy gobiernan, o una buena parte del grupo, duraron 16 años corridos en oposición. En esa etapa la estrategia de oposición se basó en hacer campañas de descrédito contra todo y todos lo que no hacían causa común con ese sector político. Jueces, fiscales, dirigentes políticos, periodistas, legisladores y empresarios fueron víctimas del linchamiento moral, una especie de foro público.

Es evidente que un sector del Gobierno, a pesar de cumplir un periodo de gestión de cuatro años y de iniciar otro, no ha entendido que es el momento de cambiar ese chip. Desde el Estado la gestión de los problemas tiene un enfoque distinto al que se hace desde la oposición.

Acudir a la campaña de descrédito para invalidar a quienes piensan distinto no es una opción para un gobierno, especialmente de un partido que cuenta con el control de todo el poder, ganado en las urnas. Con ese enfoque, se coloca lejos de ganar legitimidad, al revés, se deslegitima.

En la experiencia reciente sobre la evolución negativa para el Gobierno del proyecto de “modernización fiscal”, la herramienta del descrédito estuvo presente tanto contra políticos como ciudadanos comunes expresaron rechazo.

Ya es tiempo de cambiar ese chip. ¿Cómo entender que un gobierno va a construir consenso golpeando a los que piensan distinto?

La estrategia de comunicación para “vender” el plan fiscal fue una campaña de maltrato a los sectores que resultarían afectados como la industria del cine y otros beneficiados con exenciones especiales.

A líderes políticos de oposición la opción fue buscar notas o videos de que en sus gobiernos se aprobaron reformas para nuevos impuestos. La propia estrategia reveló el desconocimiento del impacto de ese proyecto, por tanto, en un contexto así, era imposible que el gobierno pudiera liderar con éxito la reforma y lograr que la población la comprenda, porque apoyo a más impuestos no se debe pedir.

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