Me imagino que el genio Mauricio de Vengoechea -para L. Mateo, en otros tiempos, Satanás- le habrá dicho al presidente que la percepción electoral que se creó no era perdurable y que para gobernar y dejar un legado no basta con publicidad y convocatoria a concertación sobre reforma fiscal y constitucional, pues ambas tienen un costo político que ninguna oposición va asumir por más blandengue o débil que coyunturalmente se encuentre.

Porque hay que decirlo: este gobierno se ha mantenido de relatos mediáticos-justificativos e insólitos, unas veces milagrosos y hasta demasiado oportunos, tales como la pandemia de COVID-19, la crisis económica global, la judicialización política de la corrupción -por cierto selectiva, y ya desacreditado el método-, prácticas o falencias políticas-electorales que se creían superadas, uso y abuso de los programas sociales para fines electorales -todos vimos lo activo que estuvo el plan social de la presidencia en mayo y antes-, instalacion de la narco-política en los poderes públicos, festival de empréstitos públicos; y para colmo que, a estas alturas, no hay una sola obra de infraestructura o de impacto social que pueda exhibirse o que marque un antes y un después.

Y ya la percepción política-electoral que se creó -para hacer ganar la reelección- no da para más y, por ello, se le está haciendo cuesta arriba a este gobierno construir y concitar relatos para mantener una nadería que ya ni siquiera la cuantiosa publicidad estatal y medios comprados pueden sostener sin que salga a flote la realidad social y de inseguridad ciudadana que acogota al país. En otras palabras, el Gobierno luce atrapado entre una realidad-país y unos relatos palaciegos, de bonanzas y buenas ejecutorias, que a la gente de a pie no le llega.

Todo lo anterior, en el contexto sociopolítico de la oposición más débil y fragmentada que gobierno alguno pudo disfrutar, y aun así se agotan los recursos mediáticos; y estos próximos cuatro años se proyectan como un calvario que, aunque dé pingües beneficios para la oligarquía gobernante, tarde o temprano será crisis social e impredecible por el inexorable polvorín-Haití.

Finalmente, y como vemos, ya no son tiempos de relatos o de marketing político-electoral sino de realizaciones, con el agravante de que ni Vengoechea ni el hecho de una oposición blandengue o floja podrán disipar o sobrellevar el vendaval que viene porque nadie vive de relatos-mentiras o de momentum electoral que ya pasó; o más gráfico, de una abstención ciudadana -en parte, inducida- que de pronto podría convertirse en desencanto callejero o de protestas públicas como aquella que empezó en abril-2017 y que nos trajo este presente de relatos y cuentos chinos.Tanto así, que todavía nos preguntamos: ¿cómo fue que el partido que ha fomentado la mayor degradación de la política haya logrado “ganar” una reelección?

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