Si se pregunta a cualquiera cómo sería su compañero ideal, diría que apuesto, con dinero y buen trato. Igual la mujer, tolerante, atractiva y atenta. La cuestión es que todos queremos lo mismo, pero pocos estamos dispuestos a realizar los sacrificios para que sea posible. Si de belleza se trata, el tiempo en el gimnasio y las restricciones de la dieta que exigen la esbeltez los asumen unos pocos; la paciencia que les exigimos a los demás, no la aplicamos, la bonanza económica que se desea disfrutar no se fomenta contribuyendo, aunque fuere, con la economía y organización de los gastos y si de atenciones se trata, es un camino de una sola vía a favor propio en que se cree ser merecedor de lo que no se está dispuesto a ofrecer.

Ser pareja es una decisión de vida para seguir un mismo camino, uno al lado del otro, ni delante ni detrás, pero con metas comunes y valores coincidentes. No hay perfección entre dos personas desiguales a las que los une la voluntad de seguir adelante y de considerarse mutuamente, no embelesados entre ellos, pero sí aspirando a los mismos logros. La convivencia es una lucha diaria de egos y ejercicios de humildad, logros y frustraciones, alegrías y decepciones; lo importante es saber equilibrar entre unas y otras porque el saldo a favor siempre debe ser el de una satisfacción personal recíproca en que valga la pena la lucha por mantener esa institución que llamamos matrimonio, en el entendido de que nadie vino al mundo a sufrir (o, por lo menos, no todo el tiempo).

La perfección no existe ni siquiera en las obras de arte porque sus mismos autores no las han considerado como tales y hasta en los críticos hay contradicciones de lo que resulta verdaderamente una pieza magistral. De la misma manera que un líder no puede mandar sin antes haber obedecido, también una relación se forja en momentos y en una historia de muchos episodios, los buenos y aquellos que no lo son. Se considera que es perfecto lo que carece de errores, defectos o faltas, es el nivel superior de lo impecable y correcto, sin embargo, nada existe con más accidentes que dos personas en convivencia, que se aceptan y, a pesar de todo, se quieren y se respetan porque han hecho una promesa que no pretenden romper.

Aun el sol, la estrella mayor que ilumina a todos anunciando un nuevo día y cuando sale imponente permite vida en la tierra, tiene manchas oscuras y frías en la superficie, sin embargo, no por eso detiene su brillo ni deja de ser el astro rey.

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