Nunca como ahora había sido integrada una Alta Corte sin causar ruido alguno en el ágora de la opinión pública, ya proviniere de la comunicación mediática tradicional o fuese difundido a la velocidad de un clic, por tener caja de resonancia en la red cibernética, cuyo impacto hace ver el mundo como una aldea global, tal como preconizó Marshall McLuhan. Al revés, la nueva conformación del Tribunal Superior Electoral (TSE) ha concitado un cúmulo de reacciones favorables en la comunidad de juristas y en toda la colectividad nacional.
Ahora bien, en toda obra humana suele escaparse algún detalle, por cuya causa puede haber razón válida para aguijonear el espíritu crítico inmanente en el ser viviente más sobresaliente de la especie homínida. En efecto, salvo el aspecto inadvertido de la cuota reservable de la mujer en la conformación de los órganos de poder, el Consejo Nacional de Magistratura (CNM) integró el Tribunal Superior Electoral con un cuerpo de juristas exornados de cualidades excelsas.
A título de ejemplo, puede decirse que en el parnaso jurídico de la judicatura hay sobrado júbilo, por cuanto los jueces brillaron con luz propia cada vez que les tocó discurrir con la soltura que suele provenir del talento cultivado y de la sabiduría prohijada en la experiencia, a propósito de las interrogantes socráticas formuladas en el fuero del Consejo Nacional de la Magistratura, entre cuyos integrantes se cuentan cinco representantes legítimos de la soberanía popular, tras recibir el voto mayoritario o proporcional de la ciudadanía.
De ahí surge la plena convicción de que la designación de tres magistrados titulares en el Tribunal Superior Electoral provenientes de la judicatura no cabe verse como algo casual, propio del azar, de la aleatoriedad del hecho fortuito o de la fuerza mayor. Por el contrario, la elección de esa terna de jueces de carrera del Poder Judicial constituye un acto reivindicatorio de la capacidad mostrada ante el país, a través del manejo diestro de las temáticas comprendidas en cada una de las preguntas formuladas en el augusto auditorio del Consejo Nacional de la Magistratura.
Entre tales jueces de carrera, figura el magistrado Ignacio Pascual Camacho Hidalgo, por cuya trayectoria profesional mereció la presidencia del Tribunal Superior Electoral, tras haber administrado justicia penal durante 23 años, sin mácula alguna, ejercer la docencia superior en diversas universidades del país y por ser autor de varias obras didácticas, entre ellas su Código Procesal Penal anotado, texto de consulta obligada para juristas, abogados, académicos y otros cientistas de esta disciplina del derecho.
Luego, entra como miembro titular al TSE, el magistrado Juan Alfredo Biaggi Lama, prolífero escritor de literatura jurídica, compilador inagotable de precedentes judiciales, docente universitario de larga data y trabajador infatigable. Y si todo esto fuese exiguo, cabe agregar que lleva 23 años en la carrera judicial, pero antes aspiró a ser juez de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) en 1997 y desde entonces vino participando en todas las convocatorias pro integración de las Altas Cortes, cuyo sueño acaba de darse con su designación en el máximo tribunal de la justicia electoral.
De tales servidores de la carrera judicial, el magistrado Fernando Fernández Cruz adquiere titularidad en el Tribunal Superior Electoral, siendo integrante de la nueva hornada de la judicatura, pues cursó el programa de formación de aspirante a Jueces de Paz, puerta de entrada a la función de juzgar, pero luego logró ascender al Juzgado de Primera Instancia, desde donde pasó al Consejo del Poder Judicial como representante de sus pares ante este órgano de administración y de justicia disciplinaria.
Como complemento a la perspectiva de esta terna de jueces de carrera, el Consejo Nacional de la Magistratura completó el cuerpo de magistrados del Tribunal Superior Electoral con dos juristas, Rosa Fiordaliza Pérez, catapultada a la Alta Corte desde la suplencia ejercida durante diez años, y Pedro Pablo Yermenos Forastieri, postulante que concitó el mayor cúmulo de preguntas socráticas formuladas, pero cuyas respuestas resultaron plenamente convincentes y dotadas de suficiente argumentación jurídica.
Luego de semejante recuento sobre el perfil de los nuevos integrantes de dicha Alta Corte, cabe augurarles rotundo éxito en las funciones que desde varias semanas vienen desempeñando bajo el liderazgo armonicista del magistrado Camacho Hidalgo, por cuya gerencia eficiente puede sentar hitos en el TSE.