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Sí, créalo, la niñez dominicana -indigente y andrajosa- sigue desamparada, sin ninguna protección del Estado. Pero, ¿hasta cuándo será tan terrible suplicio?

El tema lo he analizado en otros trabajos, publicados en este diario, pero -y no nos sorprende su actitud- ninguna autoridad oficial, y mucho menos el empresariado privado, ha reaccionado en positivo.

Es decir, no han ido en auxilio de los desamparados niños dominicanos que no tienen esperanza de desarrollar un crecimiento que al final, ya en la adultez, puedan tener una vida decente y abrazados en medio de una eficaz educación y con el respiro de no desfallecer antes de tiempo.

Hay que insistir, sin ambages y acorde con un objetivo periodístico, que República Dominicana figura entre los países en los que el Estado no ofrece la debida protección a los niños harapientos, indigentes y desarrapados. Niños que deambulan, sin norte, por calles y avenidas de las ciudades.

Y no me canso de “remachar” sobre la indiferencia -sin excepción- de los gobiernos de nuestro país concerniente a los niños indigentes, sin educación escolar y sumidos en la más extrema pobreza.

En efecto, esta terrible realidad no pierde vigencia y, por lo tanto, tampoco debemos echar en el saco del olvido el desamparo que acogota a los niños harapientos en sentido general.

Importante precisión: La semana pasada, en un discurso pronunciado por el presidente Luis Abinader en el que daba cuenta de su labor en los primeros 100 días de su segundo mandato iniciado el 16 de agosto de este año, afirmó que se propone acabar con la pobreza en el 2028, cuando ya haya dejado el poder. Y, además, tiene en carpeta “erradicar el hambre” que por siglos han sufrido las grandes mayorías nacionales.

Sin embargo, en ninguna línea de su alocución mencionó algún programa -dentro de la plataforma de las llamadas políticas del Estado- medidas que podría aplicar el Gobierno en favor de la niñez desamparada.

En el plano educativo, y es una realidad que también se suma a la indigencia que sigue afectando a los niños desprotegidos, es indispensable que se invierta en la educación escolar de esos infantes.

La Unicef ha proclamado que “invertir en la educación de los niños más pobres es la forma más rentable de garantizar su futuro, las comunidades y los países. El verdadero progreso solo puede llegar cuando invertimos en todos los niños, en todas partes”.

En nuestro país, ¿hasta cuándo la niñez indigente, olvidada y aterrada por la pobreza extrema, seguirá desamparada?

Ojalá esta vez tengamos una sincera respuesta del presente gobierno.

Más bien que la respuesta (claro, positiva) venga del propio presidente Luis Abinader.

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