Los primeros resultados de la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2017 (ENI 2017) empezaron a proveer información veraz y actualizada sobre el tema y a derrumbar mitos sobre la cuestión de la inmigración haitiana en el país. La evidencia pura y dura es indispensable para articular políticas efectivas y las de inmigración no son la excepción.

Derrumbando un mito

El mito más notable que derrumbó fue el de la “invasión haitiana”. Aunque, como era esperable, la inmigración creció, no lo hizo a borbotones. Entre 2012 y 2017, el número estimado de inmigrantes creció en algo más de 46 mil personas. El número de inmigrantes que nació en Haití creció en 40 mil, y el de los que nacieron en Venezuela en más de 22 mil. El número de los que nacieron en otros países como Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico y varios países de Europa Occidental se redujo.

La evidencia disponible respecto a la metodología usada apunta a que se trata de una encuesta bien hecha, nunca infalible, pero con altos estándares de calidad. Esta es la segunda vez que se hace en el país, en el mundo hay una dilatada experiencia en hacer este tipo de encuestas, y ambas cosas nutrieron el esfuerzo desplegado en la ENI 2017. Allí no ha habido improvisación.

De hecho, en la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR) de 2015, un valioso módulo recogió información de la población migrante. Si bien no estimó el total porque eso requería una encuesta especial, proveyó información valiosa sobre el tiempo de residencia en el país (casi la mitad con 10 años o más, lo que refuerza la idea de que en años recientes no ha habido un desborde), la edad, el sexo y el país de origen. De tal forma que la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) no es novata en estos asuntos.

Desinformación, desconfianza y prejuicio

Desafortunadamente, la desinformación, la desconfianza y el prejuicio son generalizados. Por una parte, hay una idea propagada, la cual no tiene sustento alguno, de que en el país hay un millón o más de inmigrantes haitianos. Lastimosamente, esta cifra inventada fue incluso usada por el Presidente de la República en un momento políticamente conveniente. Por otra parte, hay un rechazo prejuiciado y muchas veces racista a la inmigración haitiana, el cual alimenta la estridencia y se nutre de la desinformación. Este rechazo se diferencia, sin embargo, de la preocupación muy legítima por una percibida falta de controles migratorios adecuados en la frontera.

Además, con frecuencia, las cifras que ofrece el Estado no tienen suficiente credibilidad, apoyado a veces por la disociación entre las percepciones y los resultados de los instrumentos, y otras veces porque se aprecia el abuso de ellas con fines políticos. Todo lo anterior ha alimentado una crítica insustancial a los resultados de la encuesta.

No hay desborde, pero siguen siendo muchos

Sin embargo, haber encontrado que, en los últimos cinco años, la inmigración no se ha desbordado está muy lejos de significar que ésta no sea un problema. Por una parte, la encuesta estimó que en el país residen unos 571 mil inmigrantes, lo cual representa el 5.6% de la población total. Esos son números significativos. De hecho, según datos de las Naciones Unidas, los y las inmigrantes representan el 3.3% de la población mundial. Esto quiere decir que, como porcentaje de su población, la República Dominicana tiene más inmigrantes que el promedio de países en el mundo. Eso constituye un desafío significativo.

Vale indicar que el mismo informe de Naciones Unidas indica que hay 1.3 millones de dominicanos y dominicanas viviendo en otros países. Esto equivale cerca de 11% de la población total del país y significa que expulsamos más personas de las que atraemos.

Por otra parte, de los resultados de la ENI 2017 y del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros se infiere que, a pesar del esfuerzo de regularización, todavía en el país habría algo más de 200 mil extranjeros en situación irregular. El tráfico de personas, la extorsión y el abuso laboral tenían amplio margen de maniobra.

La República Dominicana no es caso especial

Pero hay otros mitos y medias verdades que derribar. Uno de ellos es que el fenómeno de la inmigración es único en el país porque recibimos inmigrantes de un país que está entre los más pobres del mundo, que nuestra propia pobreza nos coloca en una situación de excepcional vulnerabilidad, y que eso difiere de lo que sucede en el resto del mundo, donde la migración se da principalmente hacia los países ricos, con mayor capacidad de acogida. Esta idea sirve para apoyar la propuesta de que a la inmigración haitiana hay que responder cerrando la frontera y hasta construyendo un muro.

La verdad es que no somos únicos. Los fenómenos migratorios son globales, y aunque los flujos internacionales desde países pobres a países ricos explican una parte importante de la migración mundial, aquellos que se dan entre países en desarrollo también lo son. De hecho, casi un 40% del total de migrantes en el mundo vive en un país de ingreso medio como el nuestro o en un país de ingreso bajo. En el caso de la emigración africana, la que ocurre desde un país africano a otro es tan grande como la que ocurre hacia fuera del continente. En Europa y Asia, la emigración desde un país a otro dentro del mismo continente es mayor que la que se da hacia afuera de éste. En contraste, en América Latina, la mayor parte de la emigración es hacia fuera de la región.

Lo anterior no desmiente que los países más ricos son importantes receptores de migración. En Estados Unidos, la población nacida en otro país es más del 14% de la población, en Francia 11%, en Alemania 15%, en Reino Unido 13%, en España casi 10%, y en Suiza el 28%. Son números bastante superiores a la media mundial (3.3%) y a las cifras observadas en la República Dominicana (5.6%).

América Latina y el Caribe

Pero también en países de América Latina hay flujos importantes que se originan en otros países de la misma región. En Costa Rica, con un PIB per cápita no muy alejado del nuestro, la población inmigrante representa casi el 9% de la total, en su mayoría nicaragüenses. Esta también es una cifra muy superior a la nuestra. En Argentina representa el 4.6%, en donde bolivianos y paraguayos seguramente tienen un peso importante, y en Chile un 5.5%.

En varios países y territorios del Caribe, la población inmigrante tiene un peso enorme. Aunque algunos de ellos tienen un PIB per cápita más elevado que el nuestro, en otros es bastante menor. En Aruba, donde vive un importante número de personas nacidas en la República Dominicana, el 35% de la población nació en otro país. En Antigua & Barbuda es el 31%, en Curazao es el 23%, en Barbados es más de 17%, en Saint Kitts & Nevis es 10%, y en Dominica 9%.

África

Países muy pobres de África también son importantes receptores de migrantes de países vecinos. En Costa de Marfil, con un PIB per cápita de menos de un cuarto del nuestro, la población migrante equivale al 12% de la población total. Sus migrantes llegan principalmente de Burkina Faso y Mali. En Burkina Faso, con un 11% del ingreso per cápita del de República Dominicana, los migrantes representan el 4% de la población, y en la República del Congo, con un 40% de nuestro ingreso por persona, representan casi el 10%, y llegaron principalmente de Angola, Rwanda y la República Centroafricana.

Todo lo anterior indica que en materia de inmigración no somos especiales, y que no nos pasa algo particular como país. Por ello, en vez de victimizarnos, debemos reconocer que estamos obligados a enfrentar el mismo reto que tienen muchos otros países en el mundo.

El éxito en esa misión depende de si lo hacemos con datos de calidad en mano, con humanidad y racionalidad, buscando bienestar de largo plazo, y sin histeria ni alimentados por motivos políticos viles.

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