La Hermandad del Santísimo Nombre de Jesús y Nuestra Señora de la Esperanza, con sede canónica en el convento de los Dominicos de la Ciudad Colonial, ha decidido acometer la beatificación de Fray Pedro de Córdoba.
Emprender la causa de beatificación de Fray Pedro de Córdoba no es una locura: es un acto de justicia histórica y eclesial. Él fue el primero en levantar la voz en el Nuevo Mundo por la dignidad de los pueblos originarios y su vida está marcada por signos claros de santidad: amor heroico, fidelidad evangélica, compromiso con los pobres y con la verdad.
Fue, además, fundador espiritual de una tradición de defensa de los derechos humanos que luego recogerán figuras como Montesinos y Las Casas.
La santidad no siempre se manifiesta con milagros espectaculares; a veces está en el grito profético que incomoda, la fidelidad humilde, el martirio moral. En este sentido, Fray Pedro está más que a la altura de muchas figuras canonizadas en los últimos siglos.
Las dificultades son reales, y es cierto que la Hermandad no cuenta con todos los medios institucionales o financieros que suelen acompañar estas causas cuando las promueven diócesis o congregaciones poderosas, con personal especializado, recursos para viajes o documentación en archivos internacionales, y quizás sin el apoyo institucional pleno en sus primeras etapas.
Pero, también es cierto, que hoy la Iglesia y especialmente la Orden de Predicadores está llamada a valorar procesos que nacen desde la base, desde comunidades vivas y comprometidas, como es el caso de esta Hermandad que está recibiendo apoyo de instituciones culturales, fundaciones y fieles.
Y, sobre todo, esta Hermandad y sus hermanos ya tienen algo que muchas causas no tienen: una motivación real, una espiritualidad viva en torno al candidato, y la convicción de que su figura puede iluminar la vida cristiana hoy.
¿Qué posibilidades hay? Si se trabaja con método, ayuda de expertos y colaboración de la Orden que ya se está avanzando en buenas relaciones y solicitud oficial, la causa tiene viabilidad real. No será rápido, puede tardar años. Pero sí puede ser reconocida primero como causa de interés histórico y espiritual por la Orden, abrirse oficialmente como causa diocesana con apoyo del Arzobispado, y llegar a Roma si se cumplen los requisitos: fama de santidad, heroicidad de virtudes, ausencia de impedimentos históricos y, eventualmente la prueba de un milagro acaecido.
No, no es una locura. Es un acto de fe, amor a la verdad y fidelidad al carisma dominicano. Es también un servicio a la Iglesia, al pueblo dominicano y a toda América Latina.
Y es precisamente por eso, que en esta causa no podemos ni debemos dejar caminar sola a la Hermandad. El país, a través de sus instituciones culturales, educativas y espirituales, está llamado a acompañarla.
En momentos en que la sociedad dominicana necesita referentes morales profundos y auténticos, la figura luminosa de Fray Pedro de Córdoba puede convertirse en un faro nacional e internacional. Su beatificación y posterior elevación a los altares no sólo significa el reconocimiento a un precursor de los derechos humanos, sino también una afirmación de la identidad espiritual y valores del pueblo dominicano.
Apoyar esta causa es, en definitiva, creer en lo mejor de nuestra historia. Es sembrar en el alma del país, una semilla de justicia, dignidad y esperanza.