Estamos en medio de una pandemia de proporciones mundiales, nadie escapa a sus efectos. Las vacunas han sido desarrolladas en tiempo récord y los países desarrollados han logrado vacunar gran parte de su población.
Sabíamos que esto sería así. Sin embargo, no pensamos que la iniquidad sería de tal magnitud, que han llegado a impedir las exportaciones, afectando la recuperación de nuestras economías.
No hay que ir muy lejos, nuestro caso, el gobierno ha hecho un gran manejo de la vacunación, pero sin lograr la rapidez en recibir las vacunas que pagó con anticipación. Si no es por la vacuna china Sinovac, nuestra población estaría sin vacunar, mientras grandes países monopolizaban las vacunas.
El presidente Biden prometió, antes de asumir la dirección de esa gran nación, que vacunaría un millón de sus ciudadanos diario, antes de los primeros cien días de su gestión.
Lo que parecía una promesa difícil de cumplir fue sobrepasada al lograr que más de dos millones y medio de norteamericanos fueran inmunizados con alguna de las vacunas aprobadas cada día.
Las vacunas no sólo se convirtieron en un tema sanitario, sino parte de lo que es una guerra geopolítica que los norteamericanos parecen están decididos a perder.
Un planteamiento inicial del mandatario demócrata, de eliminar las patentes para que más vacunas pudieran ser producidas para acelerar la fabricación de estas, ante la preocupación de que una segunda ola, como ha ocurrido en Europa, y en estos momentos diezma la población de la India, inicialmente habría recibido apoyo de las grandes potencias.
Pero rápidamente, la canciller alemana, Angela Merkel, retiró su apoyo a la propuesta bajo el alegato de que las empresas farmacéuticas al no generar beneficios económicos muy posiblemente no tendrían ningún incentivo en aumentar la producción.
Peor aún, un vocero del Gobierno alemán dijo que esto podría derivar en que en un futuro dichas empresas dejaran de invertir en desarrollo de vacunas.
Ese argumento es débil ante el descubrimiento de las vacunas del polio, una de las enfermedades más terribles de la época de los años cincuenta. Tanto Salk como Sabin se negaron a patentar sus vacunas, como una forma de aportar al mundo una solución a la polio.
La población mundial no era la misma en la época del polio, pero, sin embargo, la vacuna, sin los incentivos de patente, logró producirse en una escala tal que la enfermedad se logró erradicar casi al cien por ciento.
La imagen de las empresas farmacéuticas no es la mejor, siempre se piensa en ellas como empresas sin corazón frente a los problemas sanitarios que padece el mundo.
Pero en estos momentos parecería que estas están metidas en una guerra que no tiene que ver son sus patentes, o son caros o baratos los medicamentos que producen.
En el artículo de Arne Delfs y Eric Martin, dicen que los alemanes alegan que el factor limitante en la producción de vacunas es la capacidad y los altos estándares exigidos y no el precio de las patentes.
Pero, más que patentes, llegamos a la conclusión de nuevo que es una guerra, que une a Rusia y China y que muchas de las vacunas vendrán con la etiqueta “Hechas en China”.
Ben Westcott, en un artículo para para CNN, confirma que ambas potencias comunistas están más unidas que nunca, mientras los países del patio norteamericano no tenemos suficientes vacunas y Nueva Zelanda, Canadá y Gran Bretaña han comprado vacunas para cubrir su población más de tres veces.
El antiguo miembro de la Administración Federal de Alimentos, por sus siglas en inglés FDA, Scott Gottlieeb, en un programa de la CNBC decía “que el problema no es de patentes, Estados Unidos está sentado en cien millones de dosis de vacunas que muy bien podría distribuir en los países en vía de desarrollo”.
Joe Biden, por varios años presidió el Comité de Relaciones Internacionales del Senado de su país. Sabe mejor que nadie, cómo se libra por muchos años, después de terminada la guerra fría, una guerra que implica tecnología, acceso a mercados, productos más baratos, financiamientos, y en estos momentos, acceso a vacunas. A los ojos del mundo, tanto Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá pierden la guerra frente a China y Rusia.
¿Miraremos a China igual, después que sus vacunas han llegado primero que las de Pfizer, Moderna o Johnson & Johnson? ¿Apreciaremos una amistad que no hemos recibido en momentos de crisis? Sin dudas, agradecemos en todo lo que significa la visita del Almirante Faller, comandante del Comando Sur, pero no perdamos la guerra de las vacunas.