Este 30 de mayo se conmemoraron los 58 años del ajusticiamiento del tirano Rafael L. Trujillo. Este es un acontecimiento histórico digno de celebrar. Con él se terminó una larga noche de 31 años en la historia dominicana. Durante la dictadura prevaleció la opresión, el oprobio y el crimen de Estado. Fue una de las más férreas del continente. Por tal razón, se reconoce la iniciativa de la Asociación de Amigos del Museo Memorial de festejar que los dominicanos hayan recuperado su libertad en una fecha como esta. La misma debe hacerse una tradición. Como a principios de los 60, cada vez más dominicanos deben celebrar con alegría la fiesta del chivo o de la libertad.
Es propicia la ocasión para recordar el compromiso que tiene el Estado dominicano con la recuperación de la memoria histórica de nuestro pueblo. Es tiempo de responder a la propuesta de creación de una Comisión de la Verdad que investigue los abusos a los derechos humanos y los crímenes cometidos por la dictadura. Este es un compromiso con la verdad, a la que los dominicanos tienen derecho. De esta manera se erradicaría la pretensión de algunos sectores de que aquellos años de dolor queden en el olvido.
Por otro lado, el 30 de mayo debe ser una forma de recordar que jamás se debe volver a un régimen sustentado en la represión y el crimen. Debe prevalecer en la memoria del pueblo lo que significó la cruenta dictadura trujillista y lo que le ha costado al país vivir en democracia, aunque sea todavía un sistema político con muchas imperfecciones. Esta debe ser una fecha para honrar a los hombres y mujeres que entregaron sus vidas para que el fin de la Era fuera una realidad. Lo alcanzado por estos héroes no es cosa menor.
Celebrar la libertad es también mirar hacia adelante. Es necesario asumir el reto de crear las condiciones políticas, sociales y económicas para cerrar el paso a cualquier proyecto político autoritario. Se reconoce que en los actuales momentos la democracia, aquí y en otros lugares, vive momentos difíciles. Se puede hablar de una crisis de confianza en la democracia. Esta no ha sido capaz de cumplir de manera satisfactoria con las necesidades y expectativas de la gente. Las instituciones de la democracia se debilitan cada vez más y pierden credibilidad. La corrupción y la impunidad se han hecho parte del sistema.
Transformar esta realidad y resolver los problemas de la democracia, mejorando la democracia, es una forma de continuar con la lucha por la libertad iniciada por los que enfrentaron la dictadura.