El reciente volumen no. 6 de la revista The Lancet, publicación de alta valoración en la salud pública, incluye el artículo La salud menstrual es un asunto de salud pública y derechos humanos. El artículo destaca que el logro de la salud menstrual es fundamental para la equidad los derechos y la dignidad de las personas que menstrúan, pero que la salud menstrual todavía no es considerada una prioridad.

El tema de la menstruación no es tabú en nuestra sociedad, que acepta con naturalidad la publicidad de toallas sanitarias, y de productos de higiene femenina. Sin embargo, en general se habla de la menstruación con extrema discreción y casi exclusivamente en el ámbito familiar o en la consulta ginecológica. La referencia a la menstruación en conversaciones con niños y adolescentes de ambos géneros se vincula con frecuencia a la actividad sexual o el embarazo. En la familia, la primera menstruación de la niña tiende a tomarse como la señal de alarma de que a partir de ese momento “hay que cuidarla”.

Esa primera menstruación de la niña, en adelante mujer-adolescente, supone un cambio en su vida y debe involucrar a los actores sociales responsables de su cuidado y educación: su familia y la escuela, de ahí que The Lancet relaciona la menstruación de la mujer a los derechos.

Tradicionalmente, la madre era la responsable de advertir a la niña que los cambios en su cuerpo la ponían “en riesgo” de quedar embarazada y le ordenaba, más que recomendaba cuidar sus relaciones con hombres, fuesen estos adolescentes o adultos.
El mensaje era más moralista que científico y dejaba a la niña en la ignorancia; a lo sumo la madre le indicaba cómo usar una toalla sanitaria, pero incluso desestimaba el uso de un tampón.
Hacía hincapié en la higiene, en los olores y en el cuidado de la ropa, más que en el significado que tiene para una niña convertirse en mujer con capacidad reproductiva plena.

¿Continúa la inadecuada conducta de proveer información desinformante? ¿Cuáles son las ignorancias y los tabúes que la madre dominicana mantiene con respecto a la educación sexual de sus hijas, que debe incluir muy especialmente todo lo concerniente a la menstruación? Es necesario contar con más información avalada por investigaciones que pueden ofrecer lineamientos para los programas de educación sobre la salud sexual y la salud integral de la mujer.

Si las madres no pueden ofrecer una educación de calidad, libre de prejuicios, con conocimientos validados científicamente ¿podrá la escuela, que es el segundo actor importante en la vida de la niña, llenar ese cometido?

De forma inconcebible, en la República Dominicana del S. XXI la educación sexual en las escuelas todavía está frenada por la falta de conocimientos y los prejuicios de los gestores de políticas educativas y la presión de grupos religiosos y/o tradicionales que ven en la educación sexual una invitación a la promiscuidad, una forma de estimular a los adolescentes a iniciar la actividad sexual temprana.

Los y las adolescentes dominicanos viven vidas complejas debido a las demandas sociales y las presiones mediáticas. Necesitan una información de calidad sobre la sexualidad, pues este es un tema de gran incidencia en sus vidas.

En un encuentro informal con profesoras, casi todas de 4to. 5to. y 6to grado de primaria, tocamos el tema de la educación sexual de una forma indirecta, hablando sobre la menstruación de sus estudiantes. Muchas y muy interesantes consideraciones salieron a relucir en este diálogo, en el que aplicamos las técnicas de la metodología Filosofía para niños de Mathew Lipman.

Las profesoras mencionaron, entre otros temas: el temor de las niñas a la sangre; la ignorancia de las niñas de porqué el organismo de la mujer produce la menstruación y toda una larga serie de malas informaciones sobre la prevención del embarazo; el pudor de las niñas a comunicar sus inquietudes; los costos de la menstruación por la compra de los productos sanitarios; las molestias físicas que acompañan a la menstruación y sus posibles irregularidades; el temor de tener “accidentes” en la escuela, con el consiguiente bulliyng; la reticencia de las profesoras de tratar el tema de la menstruación en una clase mixta; la posible sanción de los directivos de la escuela y de los padres si tratan temas relacionados a la sexualidad humana; la falta de materiales de educación sexual adecuados al nivel. Algunas profesoras expresaron restricciones de sus iglesias y argumentos que frenan la práctica de la educación sexual en las escuelas dominicanas. Algunas profesoras compartían esas ideas, otras las desestimaron, y unas cuantas reaccionaron airadas.

El costo de la ignorancia sexual es muy alto. Hay abundante información de cómo la ignorancia sexual afecta a los y las adolescentes: embarazo no deseado y a tempranas edades, enfermedades de transmisión sexual; delitos sexuales; traumas emocionales; abandono de la escuela; dificultades económicas, entre otros. Las estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas, mueven a la actuación inmediata. El FPNU reporta que “República Dominicana se encuentra entre los cinco países con mayor proporción de embarazos en adolescentes de América Latina. La tasa de natalidad en adolescentes de 15 a 19 años en el país es de 90 por cada mil. Casi duplica la mundial que es de 51”.

Posiblemente nuestra sociedad “todavía no está preparada” para educar a los pre-adolescentes y adolescentes sobre el uso de anticonceptivos, pero si puede estarlo para educar sobre la menstruación. A partir de educar sobre esta función orgánica de la mujer, desde el ámbito escolar se pueden compartir conocimientos sobre sexualidad humana que redundarán en la salud de los estudiantes; será posible crear espacios donde los adolescentes comuniquen sus inquietudes y construyan conocimientos que fortalezcan sus valores.

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