El ser humano como agente dinámico, en tanto interacciona con sus congéneres o muestra interés intrínseco o extrínseco por una que otra disciplina del saber general o específico, pudiera quedarse atrapado en su laberinto mental, sin importar que se trate de un ciudadano pedestre o con escasa lumbre cognoscitiva, pero también resulta muy probable que ocurra con cualquier sujeto pensante debidamente ilustrado, a sabiendas de que nadie está exento de padecer cierta dosis de ignorancia, toda vez que el conocimiento absoluto constituye una desiderata quimérica.
Un librepensador, cuya existencia fue compartida entre dos siglos, don Isidro Américo Lugo Herrera, dijo para la posteridad que el dominicano no dominaba el arte de conversar, pero en la actual centuria un político dotado de esmerada ilustración humanística rehusó debatir en plena campaña proselitista con sus contrincantes, debido a que tales competidores no sabían conceptualizar, aserto que en su momento causó bastante estridencia entre los partícipes de la ciencia de gobernar.
Ello sabido, cabe explicar que tal fenómeno propende a darse cuando semejante hablante ordinario o dialogante ilustrado se dejó atrapar de la percepción lograda mediante el uso de los sentidos, derivando el conocimiento de dimensión media, aquel saber que a decir de Platón impedía que el ser humanal viera la luz, por cuanto en su habitáculo cavernario yacía de espaldas a la lumbre diurna, donde se mantuvo renuente a trascender hacia el mundo de las ideas.
A cualquier diletante de las ciencias particulares o de las disciplinas filosóficas que fuere ignaro de la obra de Eli de Gortari, cuyo contenido introductorio trata sobre la lógica dialéctica, pudiera sucederle que se muestre nesciente en torno a tales intríngulis cognoscitivos que son muy propios de gente versada en materia epistemológica, pero desde que haya abrevado en dicho texto bibliográfico, entonces le resultará bastante satisfactoria la comprensión de todo cuanto quede relacionado con la dimensión superior del concepto.
Entre tales saberes suele haber encuentros y divergencias, hasta el punto de que los científicos desde hace tiempo vienen preconizando la desaparición de las disciplinas filosóficas, luego de considerarlas como conocimiento inútil, pero cabe observar que en cualquier caso convendría decirse que son aprendizajes interdependientes, toda vez que el abordaje de los problemas de la realidad circundante amerita efectuarse a partir de una visión poliédrica.
Con Eli de Gortari resulta plausible entender que el concepto científico puede apreciarse como abstracción reflexiva, noción general, síntesis representativa o reconstrucción racional en torno a una cosa, objeto, sujeto humanal o especie animal que pertenezca a la comunidad biótica, universo, naturaleza o sociedad, cuya validez deviene de la verificación empírica mediante experimentación, negación o refutación, en tanto que semejante proceso suele darse en la lógica dialéctica, disciplina filosófica que se ocupa de aportar sistematicidad, consistencia, cohesión y coherencia a todo lo relacionado con el conocimiento proveniente de las ciencias particulares.
En el plano de la lógica formal, el concepto queda revestido de otro modo porque muestra dimensión abstracta y muy lejos de ser concreta, donde la intensidad y extensión son aspectos inversamente proporcionales, además de que la universalidad, generalización o totalidad gira en sentido contrario de la particularidad o singularidad, por cuanto la contradicción como categoría dialéctica se halla excluida de cualquier juicio, razonamiento o inferencia, lo cual resulta impropio en el mundo de las ciencias naturales, sociales, humanísticas o culturales.
Tal como si llegare el fin de semejante disquisición, urge dejar sentado que, en la esfera de la interacción academicista e intelectual, el concepto científico como unidad determinativa y concreta subyacente en el realismo epistemológico suele tener una dimensión superior frente a la sapiencia perceptiva, aunque se trate de una hipótesis de trabajo, sujeta a recibir experimentación, negación o refutación confirmatoria, según las leyes y principios de la lógica aplicable a las ciencias particulares.
Y como colofón, cabe establecer diferencia entre concepto y definición, en el sentido de que el primero mediante intensidad muestra mayor amplitud, cobertura, profundidad, generalización o visión de conjunto, creando entonces sistema clasificatorio, mientras que la segunda categoría denota especificación determinativa, tras proyectar cualquier término en dimensión precisa, descubriendo así sus notas características, cualidades peculiares, propiedades esenciales o atributos singulares, pero en ambos casos se trata de nociones muy útiles y necesarias para el trabajo reconstructivo y propiciatorio del conocimiento científico, filosófico e intelectual.