Existe un consenso en el principio político que versa sobre la igualdad entre los hombres. “Todos los hombres somos iguales”, es un discurso que puede escucharse con frecuencia, sin embargo, en el momento de implementarlo se encuentra más de un obstáculo que puede sostenerse e imponerse por las mismas personas que recitan esas bellas palabras.
Desde hace unos años la sociedad se encuentra atravesada por la denominada cuarta revolución y como consecuencia se puede observar cómo la cotidianidad cambia. En este contexto se debe crear la preocupación sobre cómo se desarrollará la principal tecnología disruptiva de esta nueva era, la Inteligencia Artificial (AI).
El grupo de expertos de alto nivel sobre IA de la U.E. ha expresado que se puede definir a los sistemas inteligentes como: “Sistemas de software (y en algunos casos también de hardware) diseñados por seres humanos que, dado un objetivo complejo, actúan en la dimensión física o digital mediante la percepción de su entorno a través de la obtención de datos, la interpretación de los datos estructurados o no estructurados que recopilan, el razonamiento sobre el conocimiento o el procesamiento de la información derivados de esos datos, y decidiendo la acción o acciones óptimas que deben llevar a cabo para lograr el objetivo establecido”.
De este modo, se puede comprender que la IA no es una sola cosa, sino más bien una constelación de procesos y tecnologías que permiten que las computadoras complementen o reemplacen “tareas específicas que de otro modo serían ejecutadas por seres humanos, como tomar decisiones y resolver problemas”.
En el informe elaborado en el 2022 por el Instituto de Derechos Humanos de Cataluña (IDHC) se estableció: “La Inteligencia Artificial (IA) refleja desigualdades y discriminaciones presentes en la sociedad”. Sin embargo, ha afirmado que la inteligencia artificial “ha crecido, en parte, bajo la promesa de aportar mayor igualdad a un mundo polarizado y desigual”, utilizando a las personas “como fuente inagotable de datos y continúa reproduciendo las estructuras de desigualdad, discriminaciones y opresión que han existido en el mundo históricamente”.
Los países más desarrollados serán los que pondrán a la disposición de su población el uso de IA por el nivel adquisitivo de sus habitantes, sin embargo, en países menos desarrollados para lograr el uso de IA por un amplio grupo de la población, sobre todo los más vulnerables, será un tema discutible.
Nuestra Carta Magna dispone en su artículo 63 “Derecho a la educación. Toda persona tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones”. En consecuencia, consigna en su numeral 10: “La inversión del Estado en (…) la ciencia y la tecnología deberá ser creciente y sostenida, en correspondencia con los niveles de desempeño macroeconómico del país. La ley consignará los montos mínimos y los porcentajes correspondientes a dicha inversión. En ningún caso se podrá hacer transferencias de fondos consignados a financiar el desarrollo de estas áreas”.
En nuestro país, en donde existe la brecha educativa, el uso de la IA supone un grave problema para la educación a todos los niveles, donde estudiantes pueden tener acceso a las últimas herramientas, pero no quiere decir que sean los que más esfuerzo realicen para lograr los objetivos trazados por los centros educativos.