Hace 6 años nuestro Tribunal Constitucional promovió la enseñanza de la Constitución en las escuelas. Me encantaría que la sociedad reclame que esa loable iniciativa se haga realidad. El pasado 6 de noviembre conmemoramos el Día de la Constitución. Era su 174 aniversario.
Entre las ciencias jurídicas, el derecho constitucional es el que más me atrae y lo considero el más importante de todos. Nada ni nadie está por encima de la Constitución. El abogado que no domina este tema es un mal profesional. Sería como el sacerdote que no entienda la Biblia.
Pero no nos limitemos a los abogados. El ciudadano que desconozca al menos lo básico de nuestra Ley de Leyes, está a merced de que le violen sus derechos fundamentales sin darse cuenta, como la prisión ilegal, para citar un caso. La Constitución también nos presenta herramientas para defendernos cuando nuestra dignidad es irrespetada.
Nuestra Constitución debe ser nuestro libro de cabecera. Nuestra Carta Magna define nuestro rol en la sociedad, el alcance de nuestros derechos y deberes, la responsabilidad de quienes detentan el poder, la forma de gobernar… Su dimensión es amplísima.
Resalto que la actual Constitución, junto a la del año 1963, es la más completa y democrática de nuestra historia; de acatarse, nuestro país avanzaría enormemente, pues sus instituciones se fortalecerían, al igual que nuestro estado de derecho, el cual en varios aspectos está en pañales. Muchos estudiosos del constitucionalismo (europeos y latinoamericanos) afirman que nuestra Constitución es de las más modernas del mundo.
Nuestra Constitución consagra, por ejemplo, los derechos fundamentales, entre los que están los civiles y políticos, los económicos y sociales, los culturales y deportivos y los colectivos y de medio ambiente; además, allí se asegura el cumplimiento de esos derechos, vinculando a todos los poderes públicos. Igual crea el Tribunal Constitucional que busca garantizar la supremacía de la Carta Magna y a la vez proteger los derechos fundamentales.
Esos son los preceptos que debemos analizar, discutir, para que nuestro pueblo los conozca y los haga cumplir. No basta con tener una buena Constitución, hay que comprender y valorar su contenido. Por ello ojalá vuelva al debate la propuesta de nuestro Tribunal Constitucional para que se enseñe la Constitución en los centros escolares.
De llevarse a la práctica, sería un paso de avance extraordinario que contribuirá a tener una sociedad más consciente de los derechos y deberes propios y de los demás. Es mi esperanza que esta estupenda Constitución asuma más vida en nuestro pueblo, que no quede en el papel, que su divulgación sea un compromiso de gobernantes y gobernados. Retomemos la idea del Tribunal Constitucional, por el bien de la patria.