En algún momento, cuando obligaciones diarias conectadas con la necesidad de supervivencia me lo permitan, me dedicaré a la relectura de una de mis novelas preferidas, que conocí en mis años de bachillerato y de la cual guardo gratos recuerdos todavía. Me refiero a “María”, de Jorge Isaacs, muy popular en aquellos tiempos tan diferentes a los días que hoy vivimos, y que reposa en algún rincón de la que fuera mi biblioteca.

Una obra hermosísima que todo joven debería leer y que en aquellos lejanos días se devoraba como un pastel y que leí por primera vez junto con otra novela magistral, “Amalia”, del argentino José Mármol, no del también poeta dominicano de igual nombre, cuyos poemas contra el dictador Rosas son aún símbolos de la lucha contra la tiranía. En un algún arcano rincón de la memoria viven aún aquellos versos estremecedores que todavía puedo recordar casi textualmente: “Sí Rosas, te maldigo/ jamás dentro de mis venas/ la hiel de la venganza agitó/ como hombre te perdono mis cárcel y cadenas,/ pero como argentino, las de mi patria no”.

Recuerdo la reciente lectura de una fabulosa narración de la ocupación alemana de Francia. Es una obra descriptiva, día por día, de las angustias del gobierno de Paul Reynaud y el colapso de la defensa de la capital. Titulada “La caída de París”, esta magistral obra del periodista norteamericano radicado en Francia, Herbert Lottman, describe la vida en aquella ciudad desde el 9 de mayo de 1940 hasta la entrada de las tropas alemanas cinco semanas después, el 14 de junio, una fecha de gran recordación también para los dominicanos. Ese día, diecinueve años después, expedicionarios anti-trujillistas aterrizaron en Constanza en un vano intento por derrocar la tiranía. La expedición fracasó desde el punto de vista militar, pero sembró la semilla que dos años después pondría fin a la más prolongada etapa de terror que los dominicanos han vivido en toda su historia.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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