La mal llamada izquierda latinoamericana está a años luces de la europea y esta es la señal más elocuente y penosa del atraso en que vivimos en este lado del mundo. Los gobiernos y partidos de izquierda en el llamado viejo continente se caracterizan por sus amplios programas de carácter social, sus políticas impositivas, su apego a las libertades públicas, su tolerancia a la crítica, el respeto a los derechos humanos y su total y absoluto compromiso con la democracia y el parlamentarismo. En Latinoamérica basta con oponerse a los Estados Unidos, casi siempre por razones muy cuestionables, para asumir esa etiqueta. Por eso la izquierda no funciona en esta región y los gobiernos más derechistas, represivos y anacrónicos, se hacen llamar de izquierda, como son los casos emblemáticos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y hasta hace poco Bolivia.

En Venezuela, el territorio más rico en recursos naturales del mundo hispano, hay un desabastecimiento brutal de papel higiénico, mantequilla, leche, medicinas, harina, pan y cuanto alimento necesitan los venezolanos. El valor del bolívar se ha depreciado a tal punto que pocos cosas se pueden comprar con él. En el país con las reservas más grande de petróleo se forman largas filas en busca de un poco de gasolina. El presidente Nicolás Maduro dice, sin asomo de rubor, que el desastre que él lidera, es el fruto de una “conspiración del imperio” y de los “traidores” venezolanos, a los que confisca fincas, empresas y viviendas. Allí, en el paraíso bolivariano, como todavía en el paraíso castrista, nada funciona.

La izquierda chavista encarcela a los opositores, desconoce las decisiones de la Asamblea Nacional, inhabilita a los legisladores, controla las decisiones del Tribunal Supremo, ordena las pautas del poder electoral y se enorgullece de los vínculos internacionales de sus principales líderes con el crimen organizado. Será zurdo pero no de izquierda.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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