La paradisíaca idea del país regido por un gobierno que se ha ganado admiración internacional pudiera estar viniéndose abajo con recientes y viejos informes que muestran el lado negativo de la actual gestión y de los gobiernos que le precedieron.
Me refiero al de la Fundación Konrad Adenauer, de Alemania, al de Transparencia Internacional y el de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el que se ha venido diciendo que el país no será capaz de cumplir los objetivos del milenio en el área de la educación.
Otras cifras indican también que igual sucederá con el sector salud, el medio ambiente y en otras esferas del accionar público, todo lo cual indica el rotundo fracaso de los gobiernos en la lucha contra la pobreza. Uno de los aspectos más sorprendentes de esa triste realidad proviene del hecho de que la administración actual ha sido probablemente la que con más recursos ha contado en la historia nacional, en términos reales y absolutos.
A despecho del alto gasto público, en materia de distribución del ingreso e inversión social, el país se mantiene a la zaga de la mayoría de las naciones del continente. Pero la circunstancia de que la calidad y la cobertura de la educación sean tan pobres, como lo señala la UNESCO, resulta más deprimente aún por cuanto el gobierno ha invertido sumas extraordinarias en planteles para la enseñanza superior.
Esto significa que se le presta más importancia a la planta física que al contenido, a pesar de que decenas de edificios escolares se encuentran en condiciones deplorables y muchas edificaciones permanecen inconclusas no obstante el dinero invertido en ellas. El atraso en este campo perpetúa las enormes desigualdades sociales que imperan en el país y hará más pobres a los pobres. Las mejores oportunidades seguirán así para las familias pudientes.