Muchos son las amenazas que pueden en la actualidad arrastrar al mundo a una nueva y destructiva guerra, sea militar como económica. Por ejemplo, las diferencias comerciales entre China y Estados Unidos; las desavenencias entre este último y Corea del Norte y el conflicto permanente entre árabes e israelíes en el Medio Oriente. Pero ningún otro tan persistente como la amenaza iraní de cerrar el paso de petróleo proveniente del Golfo Pérsico por el estrecho de Ormuz.
Aunque no figura en los titulares diarios de los medios, la situación en el estrecho sigue siendo una de las principales preocupaciones de la comunidad internacional. Por ese angosto brazo de mar se envía cerca del 40% de la producción mundial exportable, lo cual lo convierte en un punto vital para las naciones desarrolladas dependientes del petróleo.
El estrecho estuvo bajo el dominio de piratas durante cientos de años hasta el siglo XIX y su cercanía a Irán, la antigua Persia, hace de él un lugar de importancia estratégica para Occidente. Allí existió entre el siglo X y el siglo XVII un reino, establecido por los árabes, que luego pasó a control portugués. El estrecho está localizado entre el Golfo de Ares y el Pérsico, con Irán al norte y los Emiratos Árabes Unidos al sur.
Rubén Darío lo cita en su poema Sonatina, de su libro Prosas Profanas, cuando dice: “¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China/o en el que ha detenido su carroza argentina/para ver de sus ojos la dulzura de luz?/¿O en el rey de las Islas de las Rosas Fragantes,/o en el que es soberano de las claros diamantes,/o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?”
El estrecho es probablemente el lugar de más tensión en el mundo, incluso sobre la península de Corea, donde la transferencia hereditaria del poder tras la muerte del dictador Kim jong il, revive el fantasma de una guerra que ya costo cientos de miles de víctimas.