Cuando Luis Almagro fue elegido secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), en marzo de 2015, el gobierno de Barack Obama apostó que bajo su liderazgo la organización defendería la democracia y los derechos humanos.
Nadie dudaba de sus credenciales democráticas, pues había sido ministro de Relaciones Exteriores del presidente José Mujica, un líder reconocido internacionalmente por su honestidad y su impecable lealtad a los valores democráticos Sin embargo, algunos analistas expresaron reservas con la selección del Secretario General por provenir de un gobierno del Frente Amplio, una coalición de izquierdas que se autodenomina “antioligárquica” y “anti-imperialista”.
Nadie se imaginaba, pues, que el político uruguayo, vegetariano y de aspecto modesto, lideraría la lucha contra la dictadura de Nicolás Maduro, que forma parte de un fenómeno latinoamericano de llegar al poder por las urnas, para asfixiar la democracia, justificando semejante usurpación bajo un ropaje populista-izquierdista.
Para comprender qué motiva a Luis Almagro debemos poner atención a algunas de sus declaraciones. “Uno de los principales desafíos que tuvimos fue romper la permisividad latinoamericana, la indiferencia a determinados procesos políticos como la dictadura cubana o el caso de Venezuela, un gobierno que fue electo en las urnas y que se convirtió en una dictadura”. Define su visión en base a unos principios que poco demócratas cuestionarían: “Riqueza compartida y oportunidades para todos en las Américas y Caribe, con una OEA que fortalezca la democracia, la seguridad, los derechos humanos.”
En esta lucha contra la dictadura de Maduro ha encontrado el apoyo de otros líderes latinoamericanos, como el presidente de Ecuador Lenin Moreno, quien recientemente afirmó: “Estamos ya en el camino de salir de ese abismo en el que nos había colocado este mal llamado socialismo del siglo XXI”. Para agregar más importantemente: “Todos hemos sido testigo de todo lo que es capaz de producir el deseo de tener más poder, de prologarse en el gobierno, prolongar su autoritarismo y de dejar de respetar los mínimos derechos”.
Estamos, pues, en la obligación moral de provocar la caída de una dictadura brutal e incapaz, cuyo mayor logro ha sido arruinar un país con una de las mayores reservas petroleras del mundo, condenando a su pueblo al hambre y la falta de medicamentos.
Esta obligación ética de enfrentar la dictadura de Maduro la expresa elocuentemente el propio Almagro: “Me sorprenden quienes se pronuncian neutrales sobre Venezuela, ¿cómo se puede ser neutral si de un lado hay una dictadura que mata, tortura, encarcela y saquea las arcas del estado, y del otro el pueblo oprimido condenado al sufrimiento, el hambre y la persecución?”
En este sentido, recuerda las palabras del Nobel de la Paz Desmond Tutu, quien afirmó que “si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.