¿Cómo hablar de inflación de apenas un dígito con los precios actuales? Los promotores de apartamentos y edificios comerciales señalan que el costo de la construcción se ha disparado a niveles inimaginables. Incluso muy parecidos o por encima de los alcanzados durante la gran devaluación provocada por la quiebra del Baninter en el 2003.
Señalaba el propietario de un inmueble de diez niveles que apenas hace un año, cuando se inició el proyecto, la varilla costaba menos que en la actualidad e igual sucede con el cemento. Los demás componentes de una obra de esa naturaleza, como ventanas, puertas, cerámica, entre otros, han experimentado alzas similares. Negar esa realidad a nada conduce. Por lógica simple, ello tiene que reflejarse necesariamente en el precio de la vivienda.
Muchas jóvenes parejas observan el panorama con desaliento, en vista de que se les aleja la posibilidad de adquirir una vivienda propia. Es cierto que influyen factores externos, como el aumento de los combustibles, pero a excepción del euro cuyo valor en el mercado de divisas sobrepasa los cincuenta por uno, el dólar sigue siendo la moneda que sirve como referencia para la fijación de los precios internos y se ha mantenido estable cercano a los 60 por uno.
El alza se da también con los alimentos. La llamada canasta familiar también experimenta grandes sacudidas. Los precios de los alimentos de mayor consumo, de origen agrícola como industrial, han subido también y es un error cerrar los ojos a esa realidad, o atribuir la situación a factores especulativos relacionados con una supuesta intención de hacerle daño al Gobierno con propósitos electorales, o a situaciones de guerra en el exterior. En una sociedad de libre comercio como pretende ser la nuestra resulta catastrófico intentar el control de los precios más allá de lo que permite el mercado. Vivimos épocas de inflación creciente por más que quiera negarse.