Finlandia es un fascinante ejemplo del valor de la educación. A pesar de ser un país pequeño con apenas seis millones de habitantes, los estudiantes finlandeses de secundaria alcanzan siempre los primeros lugares en las competencias mundiales de matemáticas y lenguaje. En las clasificaciones de competitividad figura usualmente en el primer puesto.
Por años, la prensa internacional se ha interesado por averiguar las causas de este fenómeno. Diarios tan importantes como el Wall Street Journal de Nueva York y otros en Europa y América Latina han enfocado editorialmente el tema. La pequeña nación europea ha registrado uno de los crecimientos económicos más altos en las últimas décadas, con un consiguiente aumento del nivel de prosperidad de sus habitantes. Su sistema de seguridad social es uno de los mejores del mundo, con un per cápita sólo por debajo de once naciones.
Los recursos naturales de Finlandia representan únicamente el 3% de la riqueza nacional. Su verdadera y más importante riqueza reside en sus recursos humanos. Las investigaciones mediáticas han encontrado un interés por la lectura de los finlandeses superior a la de cualquiera otra nación. El Estado juega allí un papel fundamental en el campo cultural y se esfuerza por incentivar el amor por la lectura. Un ejemplo lo da la siguiente tradición. Según se ha informado, al nacer allí un niño el gobierno envía a los padres un paquete de regalos que incluye un libro con ilustraciones. Es un país de gentes felices, donde hay algo más de 1,162,000 viviendas permanentes y cerca de medio millón de segundas viviendas para recreación, es decir casi una por cada dos viviendas, lo que indica el alto grado de prosperidad que disfrutan los finlandeses.
En nuestro país gastamos más en propaganda electoral y “barrilitos” y “nominillas” secretas que en programas de incentivo a la lectura.