En agosto de 2009, un número apreciado de becados prefirió a Cuba para estudiar periodismo y economía. Dos áreas del conocimiento en las que supongo aprendieron muy poco, debido a que allí no existe prensa independiente y ha sido el arrojo de una gran periodista, Yoani Sánchez, la que ahora intenta romper ese cerco sobre las libertades cubanas. Lo mismo puede decirse en lo referente a la economía, por cuanto el círculo cerrado de la tiranía no consiente la libre discusión sobre los temas económicos ni hay posibilidad alguna de apertura en ese campo, a pesar de tímidas reformas recientes.
Las escuelas de esa especialidad en naciones con economía centralizada, es decir bajo control absoluto del Estado, deben ser sumamente aburridas y los profesionales salidos de allí probablemente tendrían dificultad para entender la flexibilidad que las fuerzas del mercado les imponen a las políticas económicas en países donde prima la iniciativa privada y el Estado sólo juega un papel regulador, como le corresponde.
Aprender periodismo en Cuba donde el Estado rige y controla toda la información y restringe el acceso a ella es una ficción. Adquirirán quizá conocimientos tecnológicos, con una pobre visión del rol de un periodismo libre y crítico, simplemente porque ese periodismo allá no se ejerce y ha estado proscrito desde el triunfo de la revolución castrista, en enero de 1959.
Por correo electrónico me llegó en esos días una invitación por error, para participar en un foro internacional de relaciones públicas en La Habana, un evento tal vez propio para empleados públicos, pero no para aquellos que valoran la creación de imágenes corporativas de empresas interesadas en mejorar su trato con las comunidades a las que sirven o para aquellos políticos que aprecian la importancia de proyectar de sí mismo una percepción favorable. Nos basta con las cabezas cuadradas que ya tenemos.