Anadie sorprenden ya los excesos en que incurren los funcionarios, en el Gobierno central como en otros poderes del Estado, porque no existe contrapeso alguno. Por ende, no hay temor a las consecuencias, simplemente porque no hay poder que los obligue a pagar el precio. Por eso, los diputados se autoaprueban millones de pesos para poder entregarles supuestamente a sus seguidores las tradicionales “habichuelas con dulce” del Viernes Santo y un ministro se gasta del presupuesto de su cartera una suma escandalosamente grande para darse el lujo de entregar una réplica de su departamento en la Feria del Libro, evento que perdió hace años la esencia por el que fue creado.

¿Por qué debemos sorprendernos por el dispendio de millones para electrodomésticos en la campañas si los diputados y senadores se aprobaron hace tiempo más de mil millones en “barrilitos” y “cofrecitos” con el pretexto de financiar planes de asistencia social que no les corresponden, tarea ajena a su misión de aprobar leyes y constituciones? ¿Por qué protestar ahora si como sociedad permanecimos mudos ante aquella ofensa a la nación y nada hemos dicho por los bonos graciosos que se autootorgan en la Navidad, el Día de las Madres y el de los Padres, el de San Valentín y algunos otros, en adición a las exoneraciones de autoa lujosos que ofenden la pobreza nacional?

Lo hacen y lo seguirán haciendo porque los protege el manto de impunidad al que ha degenerado la práctica política y que ha pulverizado todo vestigio de real independencia del Poder Judicial y de otros estamentos supuestamente responsables de garantizar la buena marcha del sistema democrático, preservar la transparencia, la seguridad jurídica y un mínimo de decencia en el manejo de los recursos públicos. Millones en “habichuelas con dulce” y millones más para un pabellón de feria es apenas una muestra de cuánto aquí se puede hacer sin riesgo alguno.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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