La misma noche de la firma del armisticio que selló la victoria de Alemania sobre Francia, once días después de la caída de París, en junio de 1940, el general Philippe Petain, jefe del gobierno colaboracionista de Vichy, dirigió una alocución desde Burdeos. El héroe de la batalla de Verdún, que había sellado la victoria francesa sobre los ejércitos del Kaiser alemán en la Primera Guerra Mundial, dijo que no ocultaría la verdad a su pueblo. A Francia, bajo la ocupación a la que él servía, le esperaban días muy duros.
“Nuestra derrota tuvo su origen en nuestra negligencia”, expresó Petain.
“El espíritu del placer destruye lo que ha edificado el espíritu del sacrificio”.
Sin pretender establecer un símil entre esa etapa dolorosa de la historia moderna francesa y la dominicana, la famosa expresión del general galo nos obliga a reflexionar acerca de una de las características más pronunciadas del alma nacional. ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra historia esa marcada inclinación del carácter nacional a lo fácil no ha estropeado grandes esfuerzos para sacar al país del estancamiento, ya fuere económico como institucional? Cuesta admitir que no somos muy dados a asumir posiciones que impliquen esfuerzos de largo alcance. Con contadas excepciones, que han dado al país momentos de gloria, siempre hemos optado por el camino más corto, para satisfacer ese “espíritu del placer” del que hizo referencia Petain en el momento más humillante de la historia de Francia. Gran parte de la incertidumbre que ha afectado al través del tiempo el desenvolvimiento del país, tanto en el plano económico como político, se relaciona con este aspecto del carácter nacional.
En parte eso explica la necesidad de asumir planes de largo plazo que eviten las improvisaciones pasadas y la tendencia histórica a cambiar las prioridades con la ascensión de un nuevo gobierno cada cuatro años.