Nunca le vi gracia a la insistencia oficialista de que el país estaba quebrado, al inicio de esta administración en el 2020. Si bien ese discurso fue muy útil en los días febriles de campaña, dudo que lo fuera y lo sea en el gobierno. Y como siempre sucede, lo que ayer usó a su favor, ahora se emplea en su contra.

Dada la prolongada crisis sanitaria aparentemente superada, es casi seguro que muchos dominicanos sientan todavía los efectos de una quiebra. Pero ningún país atrae el interés de los capitales e inversionistas extranjeros, e incluso de los nacionales, con esa clase de discurso. Nadie es tan tonto para arriesgar lo que tiene en una economía destruida. Esa era mi queja al comienzo de esta administración y hoy es la oposición la que alega que el país está como el gobierno decía que lo había encontrado.

Administrar el gobierno es una tarea delicada y requiere del apoyo no solo de su propia gente sino también de aquellos que tenían otra visión de la oferta electoral de la campaña pasada. La insistencia en vender la idea de que todo aquí estaba mal no ayudó a la tarea que el gobierno tenía en sus inicios por delante. Tal vez sea necesario que todavía en el entorno oficial se entienda que el deseo de éxito de una gestión es aspiración de la mayoría de los sectores de la nación, del país entero me atrevería a decir, incluso de aquellos que estuvieron y siguen en la acera opuesta.

La razón es simple. El fracaso de un gobierno sería el de toda la sociedad y habría que ser muy obtuso y tener escasa visión para no verlo y entender que por alta que sea la ventaja que da el control del Congreso, el amor en la política es muy efímero e inevitablemente llegará el día en que la infidelidad, como a menudo ocurre, trace distancias.

Además, a ningún país quebrado le prestan los miles de millones de dólares que a vapor se aprueban continuamente en el Congreso desde el mismo inicio del gobierno del “cambio”.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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