En un reportaje en abril del 2007, El Caribe resumía la opinión de los periodistas Juan Bolívar Díaz y Huchi Lora acerca del deterioro de la calidad del periodismo nacional. Me permito agregar a esas calificadas opiniones que el lado más oscuro y ominoso de ese fenómeno no radica solamente en la falta de talento de quienes ejercen el oficio.

Algunos de los ejemplos más deprimentes provienen de gente que sabe escribir y entiende los secretos del oficio. Gente que ha renunciado al ejercicio puro para poner su talento y experiencia del lado de proyectos políticos. Y cuyo papel queda reducido así a la penosa y estéril tarea de tratar de refutar lo que otros periodistas dicen. Los rastreadores de talento periodístico, en su esfuerzo por anular el derecho a la crítica, han hecho de este modo tanto daño al periodismo dominicano como otras formas más brutales de censura, no por eso más efectivas, que dominaron en el pasado.

El panorama es tétrico. Colegas que censuran a otros por la publicación de artículos o comentarios críticos contra el Gobierno o contra un político en particular. Periodistas con capacidad para publicar cosas dignas de leerse, que han cambiado el respeto de sus lectores por el no siempre sincero elogio presidencial. ¡Qué manera de desperdiciar un don que Dios o la naturaleza no dieron con igual generosidad a tantos de sus colegas pobres de imaginación que copan nuestro ambiente periodístico!
Por cierto, la experiencia nos recuerda que hay formas más efectivas y elegantes de defender una administración, y pudiera ser que el Gobierno las necesite ahora tanto como nunca.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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