La política y el béisbol son nuestras dos grandes pasiones y en la primera frecuentemente se olvida que el éxito y la fama en el deporte le llegan a un jugador cuando logra la cifra mágica de los 300, para lo cual sólo se necesitan tres imparables en cada diez turnos al bate. Hago mención de esto por la añeja y errada costumbre de sostener la crítica a un programa de gobierno sobre la base de que sólo se haya cumplido parcialmente lo prometido.

Sostener, por ejemplo, toda una estructura de campaña en el hecho de que no todos los compromisos formulados en las llamadas “visitas sorpresa” del presidente Danilo Medina habían sido honrados a los grupos con los que se reunía en sus años de gestión gubernamental me pareció siempre un enfoque equivocado, porque centraba la discusión en temas sobre los cuales había evidencias de resultados. Igual ocurre ahora con ciertos proyectos, al pretender que han fracasado porque no todos los objetivos han sido alcanzados y resulten evidentes las fallas de gestión. Pero sostener que todo marcha al revés mientras el país funciona y ninguna de sus instituciones colapsa, no ayuda a lograr los objetivos reales del desarrollo al que todos, Gobierno y oposición, aspiran.

Es cierto que la realidad nace de la percepción que se tenga de ella, pero no siempre la percepción la oculta y el intento de desmeritarla suele tener un efecto de “boomerang”, es decir lo inverso a los fines perseguidos. Este defecto ancestral de nuestra práctica política nace de la presunción, arraigada en la psique nacional, de que todo cuanto hace un gobierno es malo o contrario al deseo general. Por ende, oponérsele es situarse siempre del lado bueno, como si se necesitaran más de tres incogibles para ascender a la cúspide, vale decir sólo un 30 por ciento de las oportunidades al bate, a sabiendas de que ocurrieron ponches e inofensivos elevados al cuadro otras siete veces.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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