Muchos dominicanos ignoran que el profesor Juan Bosch nunca usó en el territorio nacional la banda presidencial que sus sucesores, sin excepción, exhibieron y exhiben profusamente. Sólo se la ciñó una vez y en contra de su voluntad durante su viaje a México, a comienzos de septiembre, dos semanas antes de su derrocamiento. Fue en ocasión de la celebración del aniversario del Grito de Dolores, que marcó el inicio de la lucha por la independencia mexicana y que ese país celebra como fecha nacional.
El programa de ese día indicaba que Bosch debía aparecer con su anfitrión, el presidente Adolfo López Mateos, en uno de los balcones del palacio en la plaza del Zócalo. Bosch se negó en principio a ponerse la banda, que por lo demás no tenía, pero se vio obligado a ceder cuando se le exigió usarla conforme lo disponía el protocolo, para lo que fue necesario mandarle a confeccionar una banda que nadie ha podido decir después qué fue de ella.
Bosch, que no daba su brazo a torcer, desairó a sus anfitriones al rechazar en cambio la condecoración del Águila Azteca con la que sería honrado. El creía que a los dominicanos de aquella época no les agradaba que sus líderes aceptaran este tipo de homenaje porque recordaban a Trujillo, que era un ególatra y fanático perverso de las condecoraciones y de los homenajes, que sus áulicos inventaban bajo cualquier pretexto.
Bosch fue hasta el último día de su vida intransigente en este tipo de cosas y sus seguidores, primero en el PRD y luego en el PLD, se vieron constantemente sometidos a sus temperamentales arranques cuando se daban situaciones incómodas que él no estaba dispuesto a aceptar.
Aunque los dirigentes de su partido invocan con frecuencia su nombre para justificar acciones y posturas políticas, muy pocos de ellos se le igualan en la práctica.