Hace unos días, en uno de los periódicos matutinos, leía una carta que un grupo de generales haitianos enviaban al presidente Abinader, con motivo de su discurso ante las Naciones Unidas.
Por años debemos admitir que en el escenario internacional los haitianos nos ganan torciendo miles verdades. Somos dos países con características muy diferentes que compartimos unos kilómetros de una pequeña isla.
Ni ellos ni nosotros creamos la situación, culpa de franceses y españoles. Lo cierto es que los haitianos nos invadieron, mataron, violaron y debimos luchar para sacarlos de aquí. En años de mil novecientos treinta y ocho, en un hecho inimaginable, Trujillo asesinó a miles de haitianos.
Eso le valió al país penalizaciones internacionales que el país debió pagar, pero nunca las vidas tienen precio. Lo cierto fue que cuando los haitianos nos invadieron para pagar sus deudas con Francia nadie los llevó a un tribunal internacional.
Nunca, en un foro internacional, como lo es la Organización de las Naciones Unidas, se había planteado de forma tan contundente nuestro apoyo a nuestros vecinos y que la solución a su crisis no está en nuestras manos.
Las palabras del presidente Abinader no pudieron ser más claras: “A este solemne cónclave le manifiesto que la República Dominicana ha mostrado y seguirá mostrando la solidaridad y la colaboración debidas con el pueblo haitiano, pero también les reitero que no hay ni habrá jamás una solución dominicana a la crisis de Haití”.
El presidente dominicano no busca con sus planteamientos, como dicen en su carta, un liderazgo regional. No podemos pasar por alto que cualquier disturbio en la frontera, sí puede afectar nuestro turismo como bien dicen.
Pero generales, hay que ir más allá. No se puede olvidar el contexto geopolítico donde la tranquilidad, el crecimiento de República Dominicana podría verse afectado por otras naciones, que pueden, perfectamente, en el desorden que vive su país, aprovechar para incentivar en nuestro país desestabilización con fines políticos. Sólo ver el caso de Colombia.
Ustedes son un estado fallido, ni los militares, ni los políticos, ni la oligarquía han sido capaces de armar un gobierno. No han sabido aprovechar las tragedias de terremotos y huracanes para construir un país mejor, porque todo se ha ido en corrupción.
Los organismos de ayuda internacional se oponen a dar recursos, tan necesarios a su país, porque no saben a las manos de quién van.
No han podido aún aclarar el asesinato de su presidente y muchas veces es difícil saber quién gobierna.
Mientras tanto, le damos empleo a más de tres millones de ciudadanos, gastamos parte de nuestro presupuesto de salud en atender sus necesidades y cuando les donamos vacunas nos las devuelven, no sé por cual razón y no especularé sobre la misma.
Afirman que la única ayuda que necesitan recibir son armas, que “a diferencia de las sirenas de algunos políticos, los haitianos son un pueblo guerrero, fuertemente apegado a su identidad militar, celoso de la historia de su país, una nación fundada en victorias y valores militares”.
Esa afirmación puede interpretarse como una amenaza, pero sé que no lo es, significa, más que deseo de organizar su nación, pero no creo que sea con las armas, necesitan crear instituciones creíbles que hasta ahora no han podido.
Tampoco las intervenciones han logrado organizarlos, es un problema que ustedes tienen que resolver, pero que, sin dudas, nunca podrá ser a costa de más sacrificio de nuestro presupuesto, ni de más empleos a los que cruzan la frontera.
Nuestro gobierno ha dado un plazo a todos los ciudadanos ilegales de tres meses para que organicen su estatus migratorio en nuestro país. Ojalá que con ese mimo orgullo militar que exhiben, lo hagan para evitar las migraciones ilegales por nuestra frontera.
Sectores como el agrícola, construcción y turismo, contratan mucha mano de obra haitiana, que no devolvemos con fusiles ni con látigos, que ya se les paga igual que a los dominicanos, desapareciendo ya la cantaleta de que se les emplea por menor salario.
Mientras tanto, los dominicanos, con ese mismo orgullo que ustedes plantean en su carta, defenderemos nuestra frontera de mano de obra ilegal, de tráfico de armas, de drogas y hasta de infiltrados que quieran alterar la paz y el desarrollo de que gozamos.
Creo que juntos podemos lograr esa meta, ustedes allá y nosotros acá.