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En el volátil panorama geopolítico actual, la inteligencia artificial (IA) ha surgido como un elemento crucial en la pugna entre las potencias globales. Más allá de su uso cotidiano, ha reconfigurado la competencia internacional. Según el profesor Jeffrey Ding de la Universidad de George Washington, en su obra “Tecnología y el Ascenso de las Grandes Potencias”, la difusión de tecnologías emergentes, especialmente la IA, está transformando la dinámica del poder global.

La revolución tecnológica, impulsada por avances en digitalización, semiconductores y biotecnología, ha catalizado una lucha estratégica y económica sin precedentes entre Estados Unidos y China.

Este escenario evoca la Guerra Fría, cuando la carrera espacial definió el dominio tecnológico global. Hoy, esa competencia se centra en tecnologías emergentes como la IA y la computación cuántica. La industria armamentista se enfoca en desarrollar innovaciones para dominar el ciberespacio y alcanzar objetivos estratégicos que definirán la supremacía global en el siglo XXI.

La IA transforma la automatización, la toma de decisiones y la ejecución de operaciones en tiempo real, ofreciendo ventajas en múltiples frentes. En lo económico, optimiza la producción, predice tendencias y mejora la eficiencia operativa. Por otro lado, en lo militar, permite desarrollar armas autónomas más precisas y operaciones cibernéticas que desestabilizan adversarios sin conflicto directo. Además, al automatizar la creación de contenido, se facilita la distorsión de la información pública, como la propagación de noticias falsas. E

Sto se agrava con el deep fake, que permite manipular contenido de audio y video, dificultando la distinción entre material genuino y alterado. Esta situación se intensifica en la era digital, donde la difusión de estos mensajes en redes sociales plantea retos significativos para la seguridad nacional.

En este contexto, Estados Unidos, líder en innovación tecnológica, busca consolidar su superioridad en IA mediante inversiones en investigación y desarrollo, alianzas entre el sector privado y el gobierno, y un marco regulatorio centrado en la ciberseguridad.

En contraste, China ha posicionado la IA como prioridad nacional, invirtiendo agresivamente para convertirse en líder mundial en esta tecnología para 2030. Organizaciones como Human Rights Watch han expresado su preocupación por las políticas del gobierno chino, que utiliza sistemas de reconocimiento facial para sancionar a ciudadanos desleales, instaurando un sistema de vigilancia reminiscentemente similar a la novela 1984 de George Orwell.

Es importante señalar que la competencia entre Estados Unidos y China por la primacia en esta carrera no se trata solo de avances tecnológicos, sino de una batalla por el liderazgo geopolítico en una era definida por la innovación. En este nuevo escenario, la preeminencia tecnológica no solo otorga prosperidad económica, sino también poder sobre el discurso y las estructuras sociales.

La IA, como herramienta de desarrollo y control de la información, posiciona a quien domine este sector en el centro de la futura configuración del orden mundial. Así como en la carrera espacial de la Guerra Fría, los países que logren avances sustanciales en IA no solo tendrán ventajas militares, sino que también podrán ejercer una influencia psicológica y social incomparable sobre sus rivales, redefiniendo las estrategias de seguridad a nivel global.

Por.- Alfredo López Ariza

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