Recientemente se dio a conocer el estudio Latinobarómetro 2018, donde entre otros aspectos, midió la situación de la democracia en la región. Sus resultados, especialmente los que están directamente relacionados con la política, generan una gran preocupación a mucha gente. A lo largo de la última década se evidencia un deterioro progresivo de los distintos indicadores del sistema político predominante en la región, al extremo de que hoy se habla de que los países latinoamericanos padecen de “diabetes democrática”. El estudio destaca que el apoyo a la democracia ha bajado significativamente.
En el 2010, el 61% de los latinoamericanos indicaba que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno. Para el 2018 eso cambió, pues solo el 48% mantiene esa opinión. El resto se torna indiferente o entiende que es preferible un gobierno autoritario a uno democrático. El caso de la República Dominicana es peor aún, pues en ese período el apoyo a la democracia bajó de 63% a 44%. En el país, la mayor baja se dio en los últimos dos años, por lo que este fenómeno podría estar asociado a los escándalos de corrupción destapados durante ese tiempo.
La satisfacción con la democracia en América Latina disminuyó constantemente de un 44% en 2010 hasta un 24% en 2018. En gran medida esto explica su pérdida de apoyo. Esta situación tiene sus causas en la incapacidad de los gobiernos de resolver problemas esenciales como el de la pobreza y la desigualdad social, el desempleo o la inseguridad ciudadana. En el país, apenas el 22% de los entrevistados se sienten satisfechos con la democracia. Algunos analistas señalan que la irrupción de la clase media y el desarrollo de la internet y las redes sociales, han provocado una revolución de las expectativas, a la cual, los Estados no han podido responder.
El porcentaje de personas que creen que se gobierna para el beneficio de unos cuantos grupos poderosos creció de un 64% en el 2010 a un 79% este año. Si a eso se suma la profunda y creciente desconfianza en las principales instituciones políticas, se deberá concluir que nos encontramos en una situación de delicada precariedad democrática. Esto explica la emergencia de proyectos políticos autoritarios con un alto apoyo popular. Evitar esto solo es posible si se replantea el sentido de la política y se hace una apuesta por una democracia que asuma con radicalidad el compromiso de la inclusión, el fortalecimiento de las instituciones y la consolidación del Estado de derecho. En fin, si se apuesta por un sistema político que tenga como centro el mejorar la vida de la gente.