Enero es mes de regocijo para Cuba y Santo Domingo. Un 26 de 1813 nació Duarte, el Patricio fundador de la nacionalidad dominicana y un 28, pero de 1853, cuarenta años después, nace Martí en Cuba. Duarte y Martí no llegaron a conocerse. El Patricio dominicano murió desterrado en Venezuela en 1876, para la época el Apóstol cubano apenas pasaba los veinte años de edad.
Juan Pablo no pudo disfrutar de los “Versos sencillos”, de la excelsa prosa de José, ni de la desmesura de su oratoria.
Martí, de su lado, no pudo escuchar la romántica, quizás, pero firme y coherente idea de Patria de labios de Duarte, el acongojado Padre de la Patria Dominicana. Aunque José conoció la vida y obra de Juan Pablo, sobre quién en más de una ocasión escribió. Al respecto el gran bibliógrafo dominicano Emilio Rodríguez Demorizi, publicó un texto imprescindible para conocer la relación de José Martí con la República Dominicana: “Martí en Santo Domingo”. El libro recoge todo lo que el Apóstol escribió sobre temas dominicanos, incluyendo los referidos a Juan Pablo Duarte. También contiene todo lo que escribieron los dominicanos que conocieron a Martí. Para el mes de abril de 1894, se recolectaban fondos en Santo Domingo para “erigir la estatua del fundador de la República, Juan Pablo Duarte”. El Generalísimo Máximo Gómez se encontraba en Nueva York, en “vísperas de la guerra a donde iría con riesgo de la vida”, y decide hacer un “paréntesis en los trabajos revolucionarios para escribirle al director de Patria, a José Martí”. “Patria” era el periódico revolucionario cubano.
En la carta de Gómez este solicita la contribución de los cubanos para “aumentar los fondos (para) erigir a Juan Pablo Duarte una estatua digna de su memoria”.
La respuesta de Martí como director de Patria, llamada: “Adhesión de Patria” y carta del General Gómez se publicaron el 17 de abril de aquel año. En ella muestra Martí un gran dominio del proceso histórico dominicano y, especialmente, de la figura del fundador de la República.
Allí habla de “la vigilancia indómita con que alzó a su pueblo caído el fundador Duarte”. “… Creador sagaz (que iluminó) con la palabra ardiente, acusada de ilusa y demagógica, a la juventud que en las humildades de La Trinitaria aprendió de él…”
Y prosigue el Apóstol en esta hermosa página con el siguiente párrafo: “Patria, que lo ve urdir, con el poder de su consejo -y sin más brazos que la idea, madre de brazos-, la rebelión que, de una pechada de héroes, echó atrás al haitiano, tan grande cuándo defendía su libertad como culpable cuándo oprimía la ajena”.
Duarte y Martí no llegaron a conocerse, ambos eran muy humanos, aunque en el país han idealizado a Duarte, presentándolo como un santo, alejándolo así de las masas. Enero es mes de gloria para las Antillas mayores, celebramos el nacimiento de Duarte y Martí: ¡dos Titanes americanos! En enero no puedo evitar repetirme, pero Duarte y Martí siempre valdrán la pena.