Esta semana celebramos un año más del nacimiento de uno de nuestros padres de la patria, el que todos recordamos como el ideólogo del plan de liberación de nuestra patria de la dominación haitiana que durante veinte y dos años violaron nuestra independencia para poder cumplir, gracias a los ingresos de las tierras dominicanas, con las multas impuestas a Haití por Francia, por haber logrado su independencia.
Duarte sacrificó el patrimonio de su familia para poder lograr nuestra libertad; y a pesar de usar recursos familiares fue tan pulcro en el uso de los fondos que detallaba hasta el centavo los gastos en los cuales incurría.
Tuve el honor de oír la máquina de escribir de Don Pedro Troncos Sánchez teclear, encerado en su habitación, escribiendo su libro sobre Duarte. Cómo le brillaban los ojos cuando conversaba con él sobre nuestro libertador, cómo se le llenaron los ojos de lágrimas cuando le tocó en su libro escribir sobre la muerte de Duarte. Don Pedro vivió a Duarte, vivió su obra por nuestra libertad, su sacrificio en todos los niveles, la incomprensión que lo obligó a migrar a una Venezuela diferente a la de hoy, que le dio asilo y donde murió, sumido en la pobreza.
Se cuenta que vendía velas en las calles. ¡Qué paradoja! Hoy muchos venezolanos los vemos vender en las esquinas, escapando de la más cruel de las dictaduras vividas en Latinoamérica. Como decía Oscar Arias en un documental que todo el mundo debe ver para comprender lo que realmente pasa en Venezuela “matar una persona es homicidio, asesinar a todo un pueblo es chavismo”.
Hoy vemos como aún muchos funcionarios se niegan a presentar sus declaraciones patrimoniales, violando la ley sin pudor. Igual salen del cargo sin presentar dicha declaración o peor aún, exhibiendo una bonanza difícil de explicar.
Con motivo de la celebración del día de la Virgen de la Altagracia, nuestro querido Monseñor Bretón criticó, con el corazón llorando, la muerte de su hermano Domingo, que aún sus asesinos, para despojar de un motorcito, como bien lo describe, no han sido apresados.
Sin dudas todo esto es fruto del narcotráfico, donde jóvenes matan por un motorcito o por un celular para poder comprar la droga que se queda en el país como pago de servir de puente para la droga que sale para Estados Unidos.
Duarte se preguntaría, para qué sirvió la entrega de tantas vidas, para lograr no sólo la independencia de Haití, sino una sociedad justa y segura.
Duarte y nuestros Padres de la Patria no se inmolaron para como dice Monseñor, que para resolver cualquier problema cotidiano sea necesario llamar a un funcionario porque nuestras instituciones no funcionan o el funcionario tampoco.
Que los delincuentes estén libres en las calles es falta de consecuencia de jueces benignos, fiscales complacientes o abogados cómplices. Eso no fue lo que Duarte nos dejó de herencia.
Cuando Monseñor Breton habló de los jóvenes, nos recordó que Boyer reclutó todos nuestros jóvenes para ser parte del ejército haitiano. Hoy algunos de nuestros jóvenes están reclutados por el vicio, el querer tener sin trabajar, por el ejemplo del narco sin castigo, de la evasión y la corrupción que exhiben sus recursos sin consecuencias y sin dudas hay que procurar buscarle futuro a la juventud, oportunidades para que eleven el nombre de la Patria y que realmente sean parte de un mejor futuro, cimentado en los valores de Duarte.
Hace pocos días vi cómo un ciudadano haitiano, nacido en su país, con identificación de su país, era capaz de obtener una cédula dominicana donde se establecía que había nacido en nuestro país.
Juan Pablo Duarte luchó para lograr la independencia luego de la invasión de Jean-Pierre Boyer. Hoy nos invaden pacíficamente y en muy poco tiempo, si no ponemos atención a este fenómeno, tendremos partidos haitianos, legisladores haitianos y no en muy poco tiempo, hasta un presidente haitiano.
Muchos podremos estar de acuerdo que la situación de nuestro vecino es tan grave que sus ciudadanos no tienen más remedio que escapar de la pobreza que los consume.
Otros pensamos, que siendo cierta esta situación, es parte de un plan para que nuestro país asuma la crisis y descargarse las potencias de la responsabilidad de un país sin instituciones, que no logró aprovechar la tragedia del terremoto, para con la afluencia de millones de dólares que podían haber llegado a su economía, reconstruir lo derrumbado por el terremoto y lo que los políticos y la oligarquía de ese país no han tenido la capacidad o el interés de mejorar.
Duarte se sentiría avergonzado de muchos de nuestros políticos, cómo ponen sus intereses por encima de los de la nación. Duarte volvería a migrar de ver cómo los partidos se destruyen, no son capaces de ponerse de acuerdo para crear una nación más justa.
Se alegraría de que somos una gran economía, pero se preguntaría para qué, si no somos capaces de sacar de la pobreza a cerca del 40% de nuestros ciudadanos.
Ojalá pudiéramos aprovechar este nuevo aniversario de su nacimiento para repensar en la nación que aspiramos o si por el contrario, queremos igualar a otros países vecinos sumidos en una enorme desgracia.
No es siendo un puente del narcotráfico o multiplicando bancas de apuestas que nos vamos a desarrollar. Es creando condiciones para que nuestros jóvenes se eduquen y no vean su futuro emigrando hacia otros países. Eso no es lo que Duarte hubiese querido para nuestra República Dominicana.