Este 1.º de septiembre conmemoramos un nuevo aniversario del natalicio de Joaquín Balaguer, el político más terminado y el estadista más completo que tuvo la República en la pasada centuria.
Desde la segunda mitad del siglo XX, Joaquín Balaguer se convirtió en el presidente de las transiciones. La apertura democrática de 1961 se debe a su paciencia, constancia, entereza y coraje.
En 1966 resulta electo por el 57% de sus conciudadanos a la primera magistratura del Estado después de una guerra fratricida que laceró el alma nacional y dividió a la familia dominicana, cuyos efectos todavía perturban la psiquis de los perdedores.
Como Castelar, prefirió el orden por encima de algunas restricciones impuestas por las circunstancias a ciertas libertades. Gracias a su determinación y a su valentía haciendo valer la dictadura de la ley, sentó las bases para el crecimiento y el desarrollo nacionales, construyendo la zapata en que se asienta el andamiaje político, jurídico, económico y social de la República.
Hoy, gracias a esas oportunas decisiones, tenemos una democracia robusta, aun con sus imperfecciones. La estabilidad, así como el crecimiento y el desarrollo económico alcanzados por el país, nos hace una excepción en este mundo convulso y en este continente de contrastes.
Su vasta obra, majestuosa y grande, se manifiesta en todos los sectores de la vida nacional. Mencionaremos las presas, caminos vecinales, acueductos; avenidas y autopistas; el Centro Olímpico, la Plaza de la Cultura, con sus museos y el Teatro Nacional; los parques temáticos y el Mirador Sur y Norte; escuelas, hospitales, policlínicas, casas y apartamentos para los más vulnerables; la creación de una clase media; La Ley de Reforma Agraria; en 1978,la primera transferencia pacífica de mando en cerca de 100 años; al igual que las Reformas estructurales de los años 90, para solo citar algunas de miles de obras diseminadas por todo el territorio nacional, ejecutadas con un manejo pulcro de las finanzas del Erario, sin déficits presupuestarios y, prácticamente, sin endeudamiento externo.
Como diría el Apóstol por Antonomasia, Joaquín Balaguer ¨era uno de esos hombres escasos como los montes, que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación o de humanidad¨.
A pesar de las pasiones y de las mezquindades su figura política se empina alcanzado proporciones proceras, especialmente después que el tiempo ha permitido constatar que todos los señalamientos y fallos que le endilgaban sus adversarios, incluyendo sus inclinaciones reeleccionistas, han sido superadas con creces por ellos, los mismos que se rasgaban las vestiduras ¨ante la corrupción¨, convertida ahora en mega corrupción de proporciones siderales.
El sectarismo y la incomprensión no permiten que al presidente constructor le dediquen una escuela o una obra de importancia, con excepción de la Autopista de Santiago a Navarrete; a un orador de excepción no lo incluyen en las antologías, así como prefieren ignorar al poeta o al fundador de la Feria del Libro. Ninguna administración ha tenido la valentía de reconocer y enmendar estas faltas que hablan por sí solas de la mediocridad y la ingratitud del alma humana.
No estamos pidiendo ninguna estatua ni reconocimiento material, porque si lo hacemos y nos apoyamos en la dimensión de su obra habría que erigirle algo parecido a los obeliscos de Ramsés o al Arco Napoleónico, donde aparecen grabadas sus victorias en frisos de piedra.
El doctor Balaguer se esculpió, con su propio cincel, el mejor de los monumentos cuando realizó, contra los vientos del sectarismo y las mareas de la incomprensión, su extraordinaria obra de gobierno, en beneficio de todos los dominicanos
Esperaremos a que bajen las pasiones para que acontezca con el doctor Balaguer lo que afirma Chateaubriand que ocurre con los grandes hombres: ¨hay que esperar para que sus memorias y grandezas sean contadas por esa voz desconocida que no pertenece a nadie y que surge de los pueblos y de los siglos¨.
Hoy, conmemoramos su natalicio recordando que, como afirmó Martí, ¨QUIEN VIVE PARA TODOS CONTINÚA VIVIENDO EN TODOS¨.
Cierro estos párrafos escritos con devoción y afecto, expresándole las palabras que usted le dedicó al Padre de la Patria: ¡Que el Ángel de Señor guíe tus pasos hasta la consumación de los siglos!