La principal figura impositiva de la América Latina es el impuesto al valor agregado (IVA) y que, aquí llamamos ITBIS. Con una presión tributaria de apenas 14%, no hay que dar muchas vueltas para comprender que una reforma fiscal que debería generar 3% del PIB de mejora en el superávit primario del Gobierno Central, necesariamente deberá tocar la puerta en la residencia de la familia Itbis. Pensar que la meta del 3% podría alcanzarse ignorando esa figura impositiva y esforzándonos en mejorar la administración tributaria, eliminar algunas exenciones a sectores económicos y combatir la evasión fiscal, no es más que en un “sueño de una reforma de verano”.
Tenemos una tasa general de Itbis de 18%, una reducida de 16% y una multitud de exenciones superior a la sumatoria acumulada de caminantes en las recientes marchas verdes. La tasa del 18%, es ligeramente superior al promedio de 16% que prevalece en la región. A pesar de eso, somos uno de los países que menos recaudamos con esta figura impositiva, tan solo 4.9% del PIB en el 2015, por debajo de la media de la región (6.8%). Eso explica el porqué la productividad del Itbis (Itbis recaudado como % del PIB/tasa general del Itbis), fue de apenas 0.27. En otros términos, sólo recaudamos 0.27% del PIB por cada 1% de la tasa del Itbis. Este resultado, muy por debajo de la media de la región (0.41), contrasta con el de países como Paraguay, que con una tasa general más baja (10%) recauda, como % del PIB, dos veces y media lo que nosotros recaudamos. Mientras Paraguay, Bolivia y Argentina exhiben productividades del IVA que oscilan entre 0.68 y 0.61, nosotros nos colocamos, con 0.27, junto a México (0.24) y Jamaica (0.25).
La razón fundamental de esta notable deficiencia recaudatoria del Itbis reside en la gran cantidad de exenciones para beneficiar a los consumidores y facilidades de pago para favorecer a algunos sectores. Ningún otro gobierno de la región asume un sacrificio fiscal-Itbis más elevado que el dominicano. En el 2015, el sacrificio fiscal o gasto tributario derivado de las exenciones del Itbis representó el 23.3% de la presión tributaria total. En el resto de la región este sacrificio osciló entre 1.4% y 17.4% de la presión tributaria, con una media de 13.8%. La gran cantidad de exenciones y tratamientos privilegiados explican el porqué el índice de ineficiencia-X del Itbis debido a fraudes y a las distorsiones y dificultades que genera a la DGII la administración de un impuesto con más agujeros que un queso Gruyere, registra un nivel tan elevado en la República Dominicana (0.45). En el 2015, las pérdidas de recaudaciones del Itbis debido a fraudes y a las distorsiones y dificultades que enfrenta la administración tributaria fueron casi dos veces más elevadas que las generadas por las exenciones. Y es que mientras más amplias son las exenciones, más oportunidades se ofrecen a las prácticas fraudulentas y más compleja se hace la administración del impuesto.
Las exenciones en el Itbis tienen su origen en el convencimiento de la clase política y de los diseñadores de políticas tributarias, de que éste es un impuesto regresivo y, por tanto, para mitigar la regresividad se hace necesario dejar fuera del alcance de este impuesto los bienes y servicios que consumen los grupos de menores ingresos. Casi siempre se olvida que la vía más ineficiente y costosa para mejorar la distribución del ingreso es la impositiva, y que es el gasto público la opción más sensata para compensar a los más pobres y mejorar la distribución del ingreso.
Cuando los gobiernos incurren en el error de ofrecer exenciones en impuestos como el Itbis, se produce el fenómeno del “free-rider”: los que pueden pagar terminan siendo los más beneficiados de esta exención colectiva o generalizada que ofrece el Estado. República Dominicana no iba a ser la excepción a esta regla: el 20% más rico de los dominicanos está recibiendo actualmente el 84% del monto de ingresos que el Gobierno deja de recaudar debido a las exenciones del Itbis. Es difícil encontrar en nuestro abanico de políticas públicas una medida más absurda.
Supongamos que en un futuro llevásemos un marciano a la Presidencia, un extraterrestre que nunca ha tenido contacto con el concepto de que las exenciones son necesarias para mitigar los efectos regresivos de los impuestos generales al consumo como el Itbis. Supongamos que este marciano, a través de un Decreto Supremo, decidiese de la noche a la mañana eliminar todas las exenciones del Itbis y mantener la tasa del 18%. ¿Quién terminaría pagando el costo de esa descabellada decisión? El 10% más pobre de los dominicanos tendría que pagar al año RD$1,415.7 millones de pesos más en sus gastos de consumo, en cambio, el 10% más rico tendría que pagar RD$17,860.3 millones adicionales, casi 13 veces más. El marciano, posiblemente, tomaría el 8% de los pagos adicionales realizados por los ricos para compensar a los pobres, evitando perjudicarles con la medida.