Los servicios de inteligencia han sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad, se adaptan a las necesidades políticas y militares de cada época y desempeñan un papel fundamental en la seguridad nacional. Civilizaciones antiguas, como la egipcia, la griega y la romana, empleaban espías y mensajeros para obtener información sobre sus enemigos y aliados. Durante la Edad Media, reyes y nobles continuaron esta práctica, utilizaron informantes para recoger datos sobre amigos y adversarios tanto en sus territorios como en el extranjero.
La Segunda Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la expansión de los servicios de inteligencia, impulsados por la necesidad de recopilar información crítica sobre amigos y enemigos. Durante y después de este conflicto surgieron organizaciones claves como la “Oficina de Asuntos Estratégicos de los Estados Unidos” -que posteriormente se transformó en la Agencia Central de Inteligencia (CIA)- y el MI6 en el Reino Unido.
Un trabajo notable de la inteligencia británica durante este período fue el realizado por el “Centro de Inteligencia y Descifrado” establecido en Bletchley Park, Londres. Este centro se dedicó a la interpretación de los códigos utilizados por los nazis en sus comunicaciones, y se destacó especialmente por la descodificación de los mensajes generados por la máquina Enigma. La compleja mecánica de funcionamiento de esta máquina hacía que sus comunicaciones fueran prácticamente indescifrables. Sin embargo, un grupo de criptoanalistas británicos, liderados por el brillante matemático Alan Turing, logró superar este desafío. Sus esfuerzos permitieron obtener información valiosa sobre los movimientos y planes de las fuerzas alemanas, e influyeron en batallas decisivas como las del Atlántico y El Alamein, y facilitaron la interceptación y organización de ataques contra submarinos alemanes que causaban estragos en las embarcaciones aliadas.
Uno de los servicios de inteligencia más eficientes del mundo es el Mossad, cuyo nombre en hebreo es “Mossad le Tafkidim Meyuhadim” o “Instituto para la Inteligencia y Tareas Especiales”, el cual es una de las entidades más emblemáticas del sistema de seguridad israelí. Sus orígenes se remontan a septiembre de 1929, un período marcado por intensas tensiones entre las comunidades judías y árabes en Palestina. Este clima de inestabilidad desembocó en los trágicos “Disturbios de Palestina del 1929” que consistieron en violentos enfrentamientos entre ambas comunidades y resultaron en un elevado número de muertos entre ambos grupos y una mayor separación y desconfianza entre judíos y árabes.
Antes de estas escaramuzas, se habían propagado rumores de que el descontento entre las comunidades árabes podía degenerar en una situación de esta naturaleza, pero la magnitud y la violencia de los disturbios sorprendieron a los miembros del “Yishuv”, que es el nombre que recibían los asentamientos judíos en Palestina en ese momento. Para no ser sorprendidos de nuevo por una crisis de tal magnitud, los miembros del “Yisuv” – inspirados en las enseñanzas del Rey David sobre la importancia de la información y la inteligencia en la estrategia militar- acordaron establecer secciones dedicadas a la recopilación de información sobre la situación política y social de la región.
No obstante, la constitución formal del Mossad data de diciembre de 1949 y su organización y estructuras internas les fueron dadas por el fundador del estado de Israel, David Ben Gurion, el 2 marzo de 1952. El Mossad fue conformado como una agencia independiente del gobierno de Israel que se reporta al primer ministro y trabaja en coordinación con otros organismos de seguridad como son el Shin-Beth (la agencia de seguridad interna), Aman (la inteligencia militar de las Fuerzas de Defensa de Israel); además de las fuerzas aéreas y navales y el ministerio de relaciones exteriores.
Cuentan algunos de los presentes en el momento de su creación que David Ben Gurion impartió dos instrucciones específicas que se convirtieron el “modus-operandi” de esta agencia:
-Uds. le entregan al Mossad sus “listas de compras” y este organismo realizará las gestiones pertinentes para “adquirir los productos” que sean necesarios para garantizar la existencia del estado de Israel. No es asunto de vuestra incumbencia saber cómo se adquirieron ni cuánto costaron.
-El Mossad se reporta de forma permanente y directa al primer ministro y va a operar bajo mis instrucciones.
A partir de esa fecha las operaciones del Mossad se han convertido en leyenda, ya sea al realizar evacuaciones masivas clandestinas de judíos sefarditas que habitaban en países árabes hostiles como Siria e Iraq; o desde Etiopia en África; al gestionar la obtención de la tecnología y material nuclear para la fabricación de la bomba atómica israelí bajo el desierto de Dimona; o infiltrar las más altas instancias de sus enemigos, como el caso de Eli Cohen, que logró penetrar la sociedad y el gobierno sirio y obtuvo información sobre sus capacidades militares y planes estratégicos que les resultaron muy valiosas en la Guerra de los Seis Días de 1967. Además de sus operaciones más recientes que incluyen los explosivos introducidos sigilosamente a los walki-talkies y pagers usados por Hizbollah que diezmaron a esa milicia y los ajusticiamientos de Hassan Nasrallah, jefe de Hizbollah, Ismail Haniyeh y Yahya Sinwar, jefes de Hamas y de casi todo el liderazgo de ambas organizaciones.
Especial atención merece la operación de captura -y posterior enjuiciamiento- de Adolf Eichmann en 1960, criminal de guerra nazi prófugo en Argentina y uno de los principales responsables del Holocausto, cuyo juicio representó un acto fundamental de justicia contra la impunidad y el cual se convirtió en un símbolo del compromiso de Israel con la memoria de las víctimas de ese genocidio. Sobre este juicio, Hanna Arendt publicó su libro “Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”, el cual constituyó una poderosa advertencia sobre la capacidad humana para perpetrar las más terribles de las atrocidades cuando se actúa en obediencia ciega a la autoridad y en ausencia de pensamiento crítico.
Lo cierto es que el mundo no ha conocido un servicio de inteligencia mejor que el Mossad. Sin embargo, la historia nos demuestra que no son la eficiencia de los servicios de inteligencia, ni la eficacia de las fuerzas militares lo que garantiza la paz. El camino hacia la paz se logra solamente con una dirección política iluminada que es capaz de imaginarse una realizad distinta, convencer a sus ciudadanos de que ese es el camino adecuado para lograrla, y dedicarse con ahínco a construirla. Eso hizo Franklin Delano Roosevelt -que además de utilizar la capacidad de sus servicios de inteligencia y sus fuerzas armadas para derrotar a Japón y Alemania- fue capaz de financiar la reconstrucción de estos países, hacer de ellos naciones democráticas y construir marcos institucionales – como las Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods y el Acuerdo General sobre los Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT)- los cuales han garantizado uno de los periodos más prolongados de paz y de crecimiento económico que la humanidad ha conocido hasta la fecha.
Es lo que corresponde hacer a Israel en el caso de Palestina: imaginarse un futuro de paz y progreso para la región sobre la base de la construcción de dos países, uno judío y otro Palestino, pues como bien dijo Albert Einstein: “La paz no puede mantenerse por la fuerza, solo puede lograrse sobre la base del entendimiento”.
De lo contrario, Israel pasará a formar parte del grupo de países que en opinión de Adam Shaft, editor de la Revista London Review of Books, “viven enfrascados en guerras eternas de su propia creación, en las cuales la identidad del enemigo podrá cambiar -los ejércitos árabes, Nasser, Assad, la OLP, Irak, Irán, Hezbolá, Hamás- pero las guerras nunca terminarán”, aunque se ganen infinitas batallas.