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Desde hace semanas, el mundo presencia el espectacular intercambio de ataques con misiles y drones en Medio Oriente: Estados Unidos, Irán e Israel han vuelto a tensar la cuerda de la paz en la región menos estable del mundo por razones, aparentemente, legítimas para todos.
Luego que el gobierno de Israel que aún encabeza Benjamín Netanyahu (lleva más de 15 años) lanzó un bombardeo “preventivo” en Siria en el que atacó al consulado iraní, la respuesta de Teherán y la contraofensiva israelí solo sirvieron para comprobar que, en la geopolítica actual, hasta los enemigos acérrimos llegan a bailar al mismo ritmo para sacar conveniencias mutuas.
Es que el ataque al consulado iraní en Siria se produjo en momentos en que la relación militar y diplomática entre Estados Unidos e Israel era difícil. La comunidad internacional, incluido el Departamento de Estado de EE.UU., pedían que Israel detuviera sus ataques contra los palestinos, dada la inocultable tragedia que han ocasionado en la Franja de Gaza sus incesantes bombardeos, que ya dejan casi 35 mil muertos y más de 76 mil heridos, la mayoría, mujeres, niños y ancianos.
EE.UU. presionó a Israel durante semanas para que no bombardeará la ciudad de Rafah, fronteriza con Egipto, para evitar una catástrofe humanitaria de mayores dimensiones, que, aunque parezca mentira, aún es posible.
Se esperaba que Washington suspendiera la ayuda militar a Tel Aviv para que el gobierno de Joe Biden pudiera, en plena campaña electoral, desmarcarse de la guerra genocida israelí contra los civiles palestinos.
Pero en lugar de ello, Estados Unidos e Israel hallaron una solución más conveniente: provocaron al archienemigo común, Irán, para que su respuesta militar fuese la excusa perfecta que uniera a Biden y Netanyahu “en defensa del mundo libre contra la amenaza iraní”.
Y así fue. Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Jordania participaron en la defensa de Israel derribando misiles y drones iraníes y en Washington, la Cámara de Representantes ya “aprovechó la colada” para aprobar un paquete de ayuda militar para Israel por 26 mil 400 millones de dólares, que los necesita con urgencia “para hacer frente a la amenaza iraní”, aunque todos sabemos que es para seguir aniquilando a los niños, niñas y mujeres en la Franja de Gaza.
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Irán también ganó. El bombardeo israelí contra su consulado en Damasco encendió la indignación del pueblo iraní, siempre nacionalista y comprometido con la defensa de su país, les guste o no el sistema teocrático instaurado desde la Revolución Islámica de 1979 y encabezada por el Líder Supremo, Alí Jamenei, desde 1989.
También le ayudó a alejar al resto de las naciones árabes de una posible cooperación con Israel, pues nadie en Medio Oriente quiere ser enemigo de Irán en medio de un conflicto.
El gobierno iraní ganó además un poco más de unidad nacional, tan necesaria para Teherán después de las protestas de los últimos años por la muerte de las jóvenes Mahsa Amini (2022) y Armita Geravand (2023).
El único actor de esta telenovela que no saca partido de estos conflictos es Palestina. Una vez más, Estados Unidos usó su poder de veto en la entelequia que es el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, para impedir que Palestina obtenga el reconocimiento como Estado.