Hace unos años, publiqué unas reflexiones sobre la integridad y transparencia en nuestras vidas. En este artículo quiero retomar algunas de esas ideas. En todo momento he afirmado que una de las principales cualidades que debe adornar a todo ser humano es la integridad. Y para quienes tenemos a Jesús en nuestros corazones, ser íntegro es un mandato divino, es tener una sola cara para todos los momentos, es ser transparente, es actuar conforme al corazón de Dios en cada una de las circunstancias de nuestras vidas y en cada lugar donde nos movemos.
Para los cristianos, no importa el área de la sociedad donde se desenvuelvan, ser íntegros y transparentes es ser completos, honestos, respetuosos, solidarios y nunca atentar contra las enseñanzas y el ejemplo de nuestro Dios. La Biblia establece con claridad en el Salmo 15 versículo 2, que quien morará en el monte santo de Dios será “el que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón”. Los que tenemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, no podemos decir una cosa frente a los demás y luego hacer otra muy diferente a escondidas.
No podemos estar pregonando que amamos a nuestro prójimo pero nunca ser solidarios con aquellos que necesitan un pan o una medicina. Un hombre o una mujer de Dios debe ser un ser humano íntegro. Eso implica no abusar ni engañar a nadie. No aprovecharnos de la debilidad de los demás ni usar nuestras fuerzas e inteligencias para pisotear la dignidad de los demás. Un hijo de Dios no puede abusar de los demás o violar las normas del comportamiento moral y ético. Quien usa su condición de hijo de Dios para actuar contrario a sus normas y mandamientos, está dando un mal ejemplo y se expone a tener que pagar las culpas de sus pecados aquí en la tierra y a tener que rendir cuentas a Dios allá en el cielo.
La falta de integridad es una vía directa para caer en pecado, para actuar contrario a los mandatos de nuestro Dios y ser el centro de muchas tentaciones. Muchas puertas se nos cierran cuando estamos faltos de integridad porque actuamos contrario a lo que es correcto y el mal dirige nuestras vidas. Nunca podremos ser personas llenas de integridad si no ponemos a Dios como el centro de nuestras vidas. Él debe ser la razón de todo lo que somos y andar en integridad es caminar por los senderos que él nos ha señalado en la Biblia. Dice Proverbios 28 versículo 18 que “el que en integridad camina será salvo; mas el de perversos caminos caerá en alguno”. Mucha gente sale de la cobertura de Dios por no actuar con integridad. Tienen problemas en sus matrimonios, con sus hijos, con sus congregaciones, porque al no ser íntegros defraudan al Dios que nunca los ha defraudado. El propio evangelio es rechazado y ha sufrido muchas situaciones difíciles por el hecho de que algunos de sus mensajeros no practican el mensaje que predican, hablan de verdad y viven en mentira, hablan de la abstinencia y viven violando niños y niñas, no aceptan el divorcio pero se divorcian, hablan de paz pero viven haciéndole la guerra a los demás.
Los cristianos debemos andar siempre en integridad y ser luz, ser ejemplo de comportamiento para los demás. Nuestras vidas deben ser el reflejo de lo que Dios siembra en nosotros cada día. Una vida plena, llena de felicidad y de amor, y que camine siempre en verdad, integridad y transparencia.