El 6 de enero, cual si fuera un perverso regalo de día de Reyes, seguidores fanatizados de Donald Trump, presidente saliente de USA, asaltaron de manera sorprendente el Capitolio, emblemática sede del Congreso de los Estados Unidos, que celebraba una sesión para corroborar la elección del opositor Joe Biden. Desde su cuenta en Twitter, Trump justificó el histórico desorden, indicando que correspondía a una protesta por un descomunal fraude que le robó las elecciones de noviembre 2020. Ese instrumento de las redes sociales le sirvió como insólito medio para despedir miembros de su gabinete, amenazar a dignatarios de otros países, atropellar a adversarios e intranquilizar al mundo moderno con sus “payasadas”. La última, una trágica ocurrencia de violencia incitada por el propio presidente del país más poderoso del mundo, aunque en franca y amenazante competencia. El número de 5 muertos, y muchísimos heridos, son cifras que gravitan sobre la rubia cabeza del controversial gobernante, que alteró infinidad de posiciones históricas de los Estados Unidos en organismos del mundo entero poniendo en vilo equilibrios y hegemonías logrados a partir del final de la II Guerra Mundial. El desprestigio a que el Presidente Trump, expone a la nación que gobernó de manera muy peculiar por cuatro años, es enorme. Institucionalidad, leyes, normas y la posición como “lideres” de la democracia universal quedan menoscabadas. Hoy los estadounidenses asemejan a cualquier país tercermundista de retrasado desarrollo, violando un sagrado lugar del sistema democrático de ese país. La vergüenza y repudio que los republicanos sienten con las acciones de su compañero de partido, lo coloca en una difícil posición política y como simple ciudadano. Ya los dominicanos tenemos negras experiencias cuando el gobernante se empeña en dirigir una nación con payasadas, estrechos criterios y menosprecio mayúsculo por la opinión ajena. Quizás como consecuencia del sentir popular, ese mismo día se supo de la elección en Georgia, estado del Sur con una oscura historia de discriminación racial, de la elección de Raphael Warnock, como primer senador negro que represente a ese estado. Al mismo tiempo fue electo un joven judío, Jon Ossoff, primer Senador en unEstado del sur desde 1880. Lo significativo es que los demócratas tendrán el control de la del Senado y la Cámara de Representantes, equivalente a la Cámara de Diputados nuestra, que no se daba desde 1995. Le da a Joe Biden enormes posibilidades de proponer reformas estructurales y poder nombrar a sus parciales, con reducida oposición partidaria. Trump ha tenido el “poder” para unificar a sus opositores a la vez que le da un colorido brochazo de desprestigio al partido que lo llevó al poder. ¿Era esto el inicio de un autogolpe? El FBI identifica y apresa participantes, desde hace unos días. Los gringos son muy herméticos y se trata de sus propios intereses… Esperemos.