Desde que tengo uso de razón, el 27 de febrero me he sentado frente al televisor a escuchar y ver el informe a la nación del presidente constitucional como rendición de cuenta ante la sesión conjunta de las dos cámaras. En esta ocasión le corresponde el turno al mandatario Luis Abinader comparecer por tercera vez al conmemorarse el 179 aniversario de la fundación de nuestra República, y siempre he considerado ese discurso como una pieza oratoria muy interesante con mucho material para analizar.
El mismo genera en los sectores políticos, económicos y sociales grandes expectativas ante la espera de su comparecencia para dicho informe, por lo que, es pertinente valorar aspectos fundamentales de los avances que ha propiciado y las proyecciones esperadas.
El mismo informe a la nación es un mandato establecido en el artículo 114 de la Constitución de la República Dominicana, y dicha responsabilidad recae en el primer mandatario de la nación para entregar anualmente, ante el Congreso Nacional, de la administración presupuestaria, financiera y de gestión ocurrida en el año anterior el cual debe estar acompañada de un mensaje explicativo de las proyecciones macroeconómicas y fiscales.
De igual forma, el informe tiene como objetivo mostrar, en el marco del periodo de tiempo objeto de rendición de cuentas, el avance en la atención y garantía de los derechos ciudadanos a través de la gestión institucional así como la contribución al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Al terminar su rendición de cuentas al país, y a través de todos los medios, los analistas políticos empiezan a expresar sus opiniones del discurso del señor presidente.
Ahora bien lo que siempre he observado es que esos sectores muy especialmente el político nunca está de acuerdo en el informe que presenta determinado presidente y si es tiempo de campaña electoral aún más son las críticas para sacar capital político a sus comentarios.
Si bien es cierto que es legítimo y democrático que se produzcan críticas a un discurso por parte de la oposición, los partidos políticos y la sociedad civil. Pero también considero como una falta inexcusable que esas críticas sean irreflexivas y carentes de respuestas sustanciosa, y que se refute el contenido de lo expuesto con argumentos débiles.
Pero lo peor es saber que quienes incurren en esa práctica siempre son dirigentes y legisladores, los cuales ponen de manifiesto la falta de profundidad en lo tratado. Siempre se dice “no llenó las expectativas’’, “no se correspondió con lo que vive el país’’. Como si lo importante es hacerse notar y hacer llegar al público que las cosas no van bien, y así de esa manera ganar adeptos.
Para terminar esperemos el informe a la nación y empiecen a escuchar los comentarios unos a favor y otros en contra, y a leer los que hacen opinión. Lo que es difícil es ver uno de la oposición a favor de esa rendición de cuentas y reconociendo logros del presidente. Eso es difícil.