Hace justo 80 años, tuvo lugar la más cruenta batalla de la II Guerra Mundial y el más atroz enfrentamiento bélico de la humanidad: la batalla de Stalingrado. Los ejércitos alemanes en un loco afán de Adolfo Hitler, habían penetrado hasta el interior de Rusia, dirigida por lósif Vissariónovich Dzhugashvili, lósif Stalin, logrando importantes triunfos con el 6to Ejército, dirigido por el general Frederich Von Paulus, del mismo apellido que mi madre, apellido que aunque vino de España, sabemos que tenía raíces germánicas. El 1er Ejército Panzer de Ewald von Kleist fue determinante en las operaciones alemanas, reforzando las tropas de Von Paulus y produciendo importantes derrotas al Ejército Rojo, comandado por el aguerrido Mariscal Semión Thimoshenko. De nada valieron las advertencias de militares de sólida formación, que aquella invasión a Rusia era una misión imposible, en la que los ejércitos napoleónicos fracasaron: un millón de soldados y más de 2500 tanques. Errores garrafales cometió el Führer Nazi, que los analistas de hoy destacan, utilizando datos documentados, un invierno implacable, las enormes dificultades para aprovisionar al ejército alemán, y una determinación no calculada de los soviéticos. Hitler perseguía tomar los pozos de petróleo del Cáucaso e inició en una dilatada acción, llamada Operación Azul o Fall Blau, en alemán, al final del verano del 1942. El 4to ejército Panzer del General Hermann Hoth apoyó las acciones de Von Paulus. La tenaz resistencia de los soviéticos obligó a los alemanes a pelear casa por casa, para lo que no estaban preparados sufriendo innumerables bajas en una forma que denominaron Rattenkrieg (guerra de ratas). Los rusos lograron rodear a los ejércitos alemanes que resistieron con valor hasta lo ridículo, con el Mariscal Göering mintiéndole a Hitler, diciéndole que con un puente aéreo llevaría suministros al empantanado ejército. El hambre fue tal que los soldados se comieron todos sus caballos, 12,000, carecían de combustible para los tanques, escaseaban las municiones, las temperaturas eran de -18° C y las enfermedades diezmaban a la soldadesca y el propio Von Paulus enfermó de difteria. Contra lo que Hitler le ordenaba, se rindió aún ascendido a Mariscal indicándole suicidarse para no caer en poder del enemigo, a lo que se negó. Esta colosal derrota supuso para los Nazis un punto de inflexión en la guerra, que terminó con la rendición de la Alemania de Hitler, dos años y medio más tarde. De los 91,000 prisioneros alemanes apenas 5000 sobrevivieron. Se estiman bajas que sobrepasaron los 2 millones de soldados de ambos bandos y civiles rusos. Se estima que murieron 741.000 soldados del eje y 1,130,000 soviéticos perecieron en esta aberrante confrontación por la obstinación de un demente que arrastró a la humanidad a la guerra. El mariscal Friedrich Wilhelm Ernst Von Paulus sobrevivió y volvió a Alemania en 1952 viviendo en la zona controlada por los soviéticos y luego en Alemania occidental, falleció paradójicamente el 1 de febrero de 1957.