Tan pronto arriba a la isla Española, Frey Nicolás de Ovando empieza a cumplir las instrucciones de los monarcas españoles incluida la de hacer frente a las sublevaciones del Cacicazgo de Higüey, para lo cual utilizó diversos grupos expedicionarios dentro de la isla, y fue talvez la acción de uno de esos grupos, el eliminado en la isla Saona del Cacicazgo de Higüey, ocasionando el endurecimiento de las relaciones entre los españoles y los aborígenes.
Como reacción, Ovando envió a Juan de Esquivel, al mando de un fuerte contingente armado de entre 300 y 400 hombres compuesto por los destacamentos militares que lo acompañaron en el viaje desde España. Las Casas describe choques desiguales que terminaban en la eliminación masiva de indígenas, sin que éstos lograra causar daños significativos al ejército español con sus arcos, flechas y su inexperiencia. La población indígena inició entonces la fuga masiva, abandonando sus asentamientos que iban siendo destruidos al paso de los españoles, mientras Esquivel los persiguió hasta los montes, apresando y sometiendo a la esclavitud a los sobrevivientes, lo cual los obligó a aceptar su rendición a cambio de detener la matanza. Fue tal la devastación, que los indígenas anuncian su rendición a cambio de detener la matanza.
La rendición fue parte de un acuerdo mediante el cual se permitió a los indígenas continuar habitando su región a cambio de producir suficiente pan de cazabe para sustentar a la ciudad de que formalizaba la relación de dependencia existente de Santo Domingo, que ya recibía alimentos provistos por Higüey y de la isla Saona, con demanda adicional por la llegada de las tropas de Ovando, que conjuntamente produjo escasez del cazabe en la ciudad, situación de desabastecimiento que los españoles estaban interesados en solucionar. Este episodio se resolvió con la figura taína del aguaito (intercambio de nombres) entre el Cacique Anagramático y Juan de Esquivel, que buscó el primero a objeto de sellar la paz y la amistad entre sus pueblos.
Hay una historia mitificada o talvez una leyenda historiografiada que cuenta las relaciones entre un habitante de La Isabela llamado Miguel Díaz Aux, criado de Bartolomé Colón, quien en los desórdenes de los primeros meses de la primera ciudad europea de Las Américas hirió a un compañero y huyó porque creía haberle dado muerte. En su huida estuvo en Xaraguá y luego en Haina, así como en muchas otras villas aborígenes, talvez en algún caserío en las orillas del río Haina, fue donde conoció a una de las esposas del Cacique Cayacoa, con quien convivió y tuvo dos hijos Esa cacica se llamó Catalina, aunque fue bautizada como doña Inés. Cuando Miguel se aprestaba a regresar a La Isabela se enteró de que no había causado ninguna muerte, ésta le dijo que si se quedaba con ella le diría un lugar donde encontraría mucho oro. Así lo hizo, y de esa relación nació la ciudad de Santo Domingo, fundada por Miguel Díaz Aux y Bartolomé Colón.