A Jacques Viau Renaud, poeta haitiano abatido en 1965 defendiendo la soberanía dominicana.
Por algún tiempo en que lo traté, Sacha Volman sostenía que Haití era un país inviable, condenado a vivir bajo dictadura militar ya que la guardia era la única institución vigente allí.
Juan Bosch se encrespaba cuando alguien mencionaba la posibilidad de establecer un régimen democrático en Haití pues afirmaba que en esa sociedad cuasi primitiva se requería primero establecer las instituciones que caracterizan al estado civilizatorio y democrático.
Haití es calificado como un estado fallido, como los países que no tienen gobernabilidad sobre su territorio ni capacidad para responder a las demandas de sus ciudadanos.
Cuando llegaron al poder los dictadores Duvalier, Papá y Baby Doc (1957-1986), ya el vecino país vivía una etapa tumultuosa, con gobiernos que se sucedían una y otra vez en medio de incendiarias jornadas de violencia.
Las últimas décadas no han hecho diferencia con la historia revoltosa de la tierra a occidente, agravada por la incidencia del narcotráfico, y bandas armadas que desafían cualquier tipo de autoridad.
Han devenido las acciones vandálicas en manifestaciones de gansterismo político como los frecuentes secuestros y el asalto anteayer a la casa del presidente Jovenel Moise, que incluyó su asesinato y heridas a su esposa Martine.
En Haití han fallado también los inconsistentes y mal orientados esfuerzos de la comunidad internacional, sobre todo algunos países que se sienten obligados por un pasado de abusivos nexos colonialistas con Haití.
Una expresión del desenfoque con que algunos en esa comunidad manejaron el asunto haitiano fue la vana pretensión de que los dominicanos pudiéramos cargar por completo con el desbarajuste haitiano, cuando ya soportamos buenas cuotas de sus necesidades y carencias.
Pese a ese panorama tan adverso, Haití se levantará. Su diáspora que emigra hacia acá, hacia Europa, Estados Unidos y Suramérica vive procesos de transculturación que le son positivas al pueblo.
Tales expresiones se evidencian, por ejemplo, en la gran cantidad de ellos que se capacitan en centros educativos, que trabajan honradamente y en las remesas que envían a sus familiares.
Nosotros podemos ayudar mucho, como siempre lo hemos hecho solidariamente, pero dejando claro que no cargaremos con todos sus problemas y haciéndoles sentir con firmeza que deben respetar nuestra cultura y leyes, y sancionando ejemplarmente a cualquier autoridad que se preste a hacer negocios con las ordenanzas migratorias que todo extranjero debe cumplir aquí.
Más temprano que tarde, Haití se levantará, y sus buenos hijos, que son la mayoría, harán de su tierra un país pacífico, democrático y constructivo.