Fernando Tatis III ya no es el novato que hace dos temporadas rompía brazos para ganarse un puesto con los Padres de San Diego. Tampoco es el jugador que en 2020 seguía tratando de impresionar, meta que logró sin duda alguna.
Ahora está en otro nivel y debe estar consciente de ello porque él es una inversión de 14 años de su club, por un monto de 340 millones de dólares, el cuarto contrato más grande en los registros del juego.
Independientemente de que la presión por un pacto tan jugoso va con el territorio, entiéndase que en un momento dice presente quiera usted o no, hay otros detalles a considerar. ¿Es necesario tirarse de cabeza en la goma para anotar con un elevado al cuadro en un partido de exhibición?
Muchos entenderán que sí. Y en honor a la verdad se puede argumentar que pertenece a su arsenal, pero de ahora en adelante tiene que administrar sus armas.
Son seis meses de campaña y de julio en adelante, cuando aparecen los llamados “días de perro”, es que el mambo se pone sabroso.
San Diego ha sacado la cartera para ser campeón, una misión complicada si se está en la misma liga y división con los Dodgers. De todas formas eso es lo que se busca.
Tatis III, favorito de muchos por sus innegables condiciones para la pelota, ha tenido varias lesiones sin que existiese contacto de por medio. Estoy seguro que su equipo tiene ese apunte al igual que su círculo cercano. Es algo delicado.
Cualquier ajuste para que pueda mantenerse la mayor parte del tiempo en el terreno será bienvenido. La historia compila en su memoria al talentoso que no cumplió con las expectativas y al que, probablemente, con menos herramientas puso los números. La permanencia en la alineación se premia. No hay otra forma de ser líder, estrella y/o Salón de la Fama.
La idea no es sacar al pez de sus aguas, es que nade con conciencia por las corrientes turbulentas que le esperan.
Estoy seguro que Mike Trout puede robarse 35 o 40 bases. ¿Es prudente que tantos millones se expongan tanto a una posible lesión cuando su equipo puede beneficiarse de otras maneras?
El tacto nunca ha sido mal consejero.