Una frase que me dijo ayer Luis “Pipe” Urueta, el dirigente de los Gigantes del Cibao quien a su vez es el asistente del capataz de Arizona en las Mayores, encaja perfectamente con el mensaje que quiero expresar en estas líneas.
“En Grandes Ligas aprendimos a la mala”, comentó el siempre educado Urueta cuando conversábamos sobre la manera en que la MLB pudo implementar el protocolo para hacerle frente al coronavirus.
¡Eso fue en Grandes Ligas!
Dio brega a ese nivel lograr que el personal de los equipos, especialmente los jugadores, aceptara la dura realidad de un cambio drástico en sus vidas.
Lo que nos trae a la pelota invernal dominicana, una campaña que acaba de iniciar tras esfuerzos titánicos. Los actores de la justa local deben entender que no basta solo con las pruebas. Estas son una parte importante, más no el todo.
Y, al final, es un tema de conciencia. Cada quien debe asumir que el distanciamiento, las mascarillas y seguir al pie de la letra las condiciones establecidas por la Liga Dominicana de Béisbol, que a su vez se nutre de los mandatos de los organismos competentes, son las vías para poder culminar la contienda sin sustos ni dolores de cabeza.
Están registrados muchos casos de falsos positivos, falsos negativos y de personas que, lamentablemente, están asintomáticos, pero contagiando a otros. Porque hoy pases la prueba no hay garantía de que en unas horas eso no cambie.
No tengo nada en contra de celebraciones. Lo que pasa es que no estamos en las situaciones normales y es mejor llegar al extremo en la prevención que sufrir por descuidos. Igual la Lidom y los clubes deben monitorear sin que se escapen detalles. Control total. Además, aquí no hay concepto de “burbuja”.
Se está jugando pelota. El coronavirus lo sabe y una manzana daña el cesto.
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