Si hay algo garantizado es el final. Muchas veces hasta sin que se comience bien o que no se inicie del todo, lo asegurado es que se concluirá. Nadie escapa a esa realidad.
Los seres vivos estamos llamados a tener ciclos porque el tiempo cumplirá con su implacable misión. Tarde o temprano, las manecillas del reloj indicarán el camino.
Dicho esto, mi primer pensar es que Albert Pujols no tiene más nada que demostrar en las Grandes Ligas. Sus primeros 10 años con los Cardenales son una carrera con la que pocos se atreverían a soñar.
Después de ahí llegó el paso hacia los Angelinos, con la alfombra verde y negra de un enorme contrato, y la oportunidad dorada de acumular los números que le garantizan un puesto en el Salón de la Fama y un sitial especial dentro de los grandes del juego.
Así de sencillo: es uno de los mejores en los registros de la MLB.
Sé que en muchos rincones hay rabia, dolor, enojo y demás manifestaciones por lo acontecido ayer, cuando fue colocado en asignación por la organización que tiene como propietario a Arturo Moreno.
Hay que ver todas las aristas en juego y detenerse a pensar que aunque la pelota da mucho gozo, es esencialmente una empresa y las decisiones emanan del cerebro, no del corazón.
Hay que saber decir adiós. Retirarse en el momento preciso no tiene precio y vale mucho. Si Alberto decide esperar que le llegue otra oportunidad para marcharse bajo sus propios términos, se le respeta, al igual si obtempera por concluir el imborrable recorrido que comenzó en 2001 en la “Ciudad del Arco”.
Los Angelinos tienen razones para querer continuar sin Pujols, a quien le pagarán 30 millones de dólares en este 2021 en el último año de un pacto por 10 contiendas y 240 millones que se rubricó en 2011 y comenzó a correr en 2012.
Precisamente me quedo con ese 2011, en el tercer partido de la Serie Mundial ante Texas, cuando Albert disparó tres jonrones. Es un recuerdo dorado, porque estuve en el estadio de los Vigilantes.
Abe Vigoda, en el papel de Salvatore Tessio, dijo una vez que “solo fueron negocios”.
La pelota es un negocio, enorme dicho sea de paso, y los negocios ni agradecen ni guardan rencor.