Primero y antes que todo, Antonio Acosta es el presidente del Comité Olímpico Dominicano por un período de dos años. Guste o no, ocupa legítimamente esa posición en la que apenas lleva un mes y días.
Es una ley no escrita darle a toda persona que asume un cargo un tiempo prudente para tomarle el piso a sus nuevas funciones. Se hace con mandatarios, ejecutivos, empleados, en fin. Esa tregua se estila. No importa que Acosta fuese primer vicepresidente y que lleva muchos años en el organismo, una excusa que algunos podrían emplear.
Para sorpresa nuestra, vemos que a Acosta le han entrado como a la conga en “Sonido Bestial”, la pieza de Richie Ray y Bobby Cruz, por el tema de la repartición de fondos para los Juegos Olímpicos.
Eso es injusto. Totalmente desequilibrado.
Los 78 millones de pesos fueron entregados por el Ministerio de Deportes antes de que Acosta tomara el mando del COD y, además, la distribución de ese dinero se hace en base a un criterio técnico que lleva tiempo en vigencia.
No es por un capricho ni porque alguien tuvo un sueño o una epifanía para aplicar el prorrateo.
Estoy buscando en mi memoria episodios de quejas en años recientes sobre este proceso y no encuentro nada. La vida y sus cosas.
En todo caso, es a lo interno de la entidad que deben dirimir esta situación y plantear soluciones para un tema del área técnica, no de la presidencia del COD y mucho menos de Acosta.
Pero ojo con esto: el balance debe estar presente en cualquier medida que se adopte, porque tampoco se puede aplicar un nuevo orden que salve a varios y afecte a otros.
El COD son sus federaciones. Merecen un trato con equidad.
Cristóbal Marte, el mandamás de las Reinas del Caribe y quien públicamente pedía la continuidad de Luisín Mejía en el Comité Olímpico Dominicano, sabe del Estado y de gerencia tanto o más que cualquiera. Lo invito a la prudencia y a llevar ideas al seno del COD.
Lo mismo hago con el buen amigo Rafael Uribe, presidente de la Federación de Baloncesto, y a todo aquel que no esté de acuerdo con el sistema actual.
El caos ni se siembra ni se alimenta.