“El hombre es libre, tiene que ser libre. Su primera virtud, su gran hermosura, su gran amor es la libertad”, escribió el filósofo John Locke, pero ningún pueblo construye su libertad, su independencia, si no es con el esfuerzo de sus héroes y con la lucha contra sus enemigos.

Cuando Juan Pablo Duarte y otros jóvenes de su generación, comprometidos con los ideales de una patria libre y soberana desafiaron la dominación haitiana, también se enfrentaron a un contubernio cómplice.

La Trinitaria fue la organización secreta que acuñó el concepto de patria dominicana y fueron sus integrantes, identificados con los ideales de libertad e independencia, los que se atrevieron a soñar y después a pelear por hacer realidad esa patria nuestra.

Como también comprendieron, demasiado pronto, que el que no ama ni respeta a su Patria no sabría amar nada, la ocasión se presta para rescatar a Duarte de la “fracción miserable, de intrigas y sórdidos manejos” que pretende convertirlo en una momia histórica; se trata de sectores de los que él mismo dijo que ni siquiera merecen la muerte, sino el desprecio.

Y toda coyuntura es propicia para recordar su proclama de que “mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

La imagen de Duarte y su ideario han sufrido muchas manipulaciones a lo largo de la historia, se toman fragmentos de sus pensamientos, y a veces se inventan frases que supuestamente habría dicho para justificar verdaderos despropósitos, pero su ejemplo de honestidad, su hombría de bien y su desprendimiento desinteresado en aras de dar lo mejor de sí a esta patria que él forjó, permanecen incólumes en la memoria de un pueblo que lo venera.

Celebramos un nuevo aniversario de la independencia nacional con la imagen de los padres de la Patria entronizada en los altares de la historia; solo resta que dejemos atrás ese endiosamiento que los pinta como impolutos para exigirle a la dirigencia actual que trate de ponerse a su altura, que intente imitar su honestidad y su grandeza moral en lugar de llenarse la boca con frases altisonantes y vacías.

Gracias a Duarte, Sánchez y Mella tenemos patria, somos orgullosamente dominicanos y contamos con un lugar en el mundo. A ellos, la gloria eterna y el imperecedero agradecimiento por su trascendente sacrificio.

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